Los cinco concilios celebrados en Sevilla y Córdoba en los siglos VIII y IX, bajo la dominación islámica, alentaron a los reinos cristianos del norte a la reconquista de la Península, según la historiadora Roser Sabanés (Balaguer, Lleida, 1953), que ha estudiado por primera vez las actas de estos concilios.
Sabanés, especialista en Historia de la Iglesia Medieval, ha recogido sus conclusiones en "Los concilios de la provincia eclesiástica Bética en los siglos VIII y XIX" (Almuzara) y ha dicho a EFE que la historiografía no ha reparado en estos concilios por haberlos considerado de carácter local o provincial, pero que las actas estudiadas por ella demuestran que fueron de ámbito "nacional".
A esos concilios asistieron obispos -o sus representantes- de todo el territorio de Al Andalus (provincias Lusitana, Cartaginense y Bética) en representación de un "cristianismo de supervivencia", el de la minoría mozárabe, subyugada por el poder islámico, y algunos huyeron al norte, donde se refugiaron en monasterios o en las diócesis de Braga y Oviedo y trasladaron el malestar de los mozárabes, asfixiados por impuestos que se cobraban mensualmente.
Con aquellos testimonios, los reinos del norte "tomaron conciencia y se movilizaron para librar a los cristianos sometidos" por las autoridades islámicas, según ha explicado Sabanés, quien ha asegurado que también pesaron los relatos sobre los mártires cordobeses, que en determinadas ocasiones convirtieron la declaración de su fe en una especie de autoinmolación, puesto que eran conocedores de que les aguardaba la ejecución.
Precisamente, uno de estos concilios, el celebrado en Córdoba en el año 852 suprimió formalmente el culto a estos mártires que, sin embargo, fueron siendo objeto de culto por los cristianos hasta que años después fueron considerados santos.
La historiadora también ha explicado que otra fuente de conflicto fueron los hijos que los musulmanes tuvieron con mujeres cristianas, que eran considerados musulmanes desde su nacimiento, aunque clandestinamente siguieran practicando la religión de la madre.
Estos concilios se celebraron incluso a instancias del emir o de la autoridad islámica para "tranquilizar" a la población cristiana, con la que en algunos periodos hubo "cierta tolerancia o pactos de funcionamiento", pero siempre considerados por debajo de la población musulmana, según Sabanés.
La historiadora ha explicado que tradicionalmente, desde el siglo XVI, los canonistas o estudiosos de la Historia de la Iglesia han considerado que estos concilios no tuvieron apenas trascendencia y que alguno de ellos no pasó de conciliábulo, pero que sus actas lo desmienten, por el elevado número de obispos que asistieron, por las cartas que les dirigieron los Papas y por los asuntos teológicos que trataron, principalmente para combatir herejías.
Estos cinco concilios se celebraron el primero en Sevilla, en 784, y los cuatro siguientes en Córdoba en los años 839, 852, 860 y 862, y las actas del primero de ellos se conservan en el Código Carolino de Carlomagno, en la Biblioteca Nacional de París, con tres documentos relativos a la reunión: Una epístola del Papa Adriano I dirigida al obispo de Elvira (Granada), el documento de un presbítero enviado por el Papa para que comprobara las condiciones de vida de los cristianos sometidos y una circular dirigida a todos los obispos de la Península.
Las actas de los concilios celebrados en Córdoba se encuentran en el Archivo de la Catedral de León, en un códice de la Catedral de Oviedo, en el Archivo de la Catedral de Córdoba y en otro códice de la Catedral de Toledo, así como en el Archivo de la Biblioteca Capitular de Toledo.
Según Sabanés, entre las herejías tratadas en estos concilios, estuvieron las relacionadas con el unitarismo contra el trinitarismo ya que, ante el dogma de la Trinidad, la autoridad islámica acusó a los cristianos de politeístas; y lo que originó movimientos heréticos como migecianismo, adopcionismo, acefalismo, antropomorfismo y hostegenismo, fue el acercamiento de una parte de la Iglesia mozárabe al islam, en un intento de conciliar ambas doctrinas.