Cuando escucho a Felipa del Moreno me ocurre lo que me sucedía con La Paquera o me sigue pasando con La Macanita: mis oídos se llenan de Jerez con todas sus barriadas, barrios y pedanías. Jerez en sus cuatro puntos cardinales. Pertenezco a una generación flamenca que hemos crecido escuchando a Felipa, que se apellida Medrano Lara y que tiene una mezcla genética explosiva, de buena crianza, pues se ha llevado para sí lo mejor de cada barrio. Por un lado, su madre es de los Lara que han manifestado su estilo históricamente en La Plazuela, y, por otro, su padre es Medrano y Pantoja, Santiago en esencia. Además de todo ello, sus vivencias juveniles se desarrollan en gran parte en La Asunción, junto al recordado Fernando Terremoto que vio siempre en ella un talento a pulir.
Los de mi edad, años más arriba o años más abajo, seguíamos a Felipa por las peñas, por las fiestas, por las verbenas o festivales, buscando en ella la frescura de una voz prodigiosa que sigue manteniendo. Es la voz eternamente joven. Sus letras, sus maneras, sus ritmos, sus referentes... hacen fuerte la calidez de su mensaje.
El pasado sábado volvió a actuar en su tierra, cerrando el ciclo de la entidad de Don Antonio Chacón en el que previamente han estado de manera exitosa José de los Camarones y José Carpio Mijita. Felipa, sin ánimo de entrar en una crónica de lo que allí ocurrió, desplegó sus armas para salir triunfal de la cita. La acompañó Manuel Valencia, garantía de éxito.
Felipa, volviendo a ella, ha debido superarse en cada etapa que le ha tocado vivir como artista, así como le ocurre al resto de nombres en tiempos en los que la crítica o el público exigen variedad, evolución y creatividad, olvidándonos a veces que si una voz transmite, hay que dejarse llevar por ello. Esto es, como en otras ocasiones hemos apuntado, la originalidad no solo está en las letras o en las armonías, también en emocionar una y otra vez. Este es el fuerte de Felipa. Pocas como ellas en un ambiente íntimo, rebuscándose por bulerías, recordando a algunos románticos del cante.
Domina un gran repertorio, como la soleá, la bulería por soleá, que por cierto en la otra noche fue de lo más aplaudido, la taranta y cartagenera, las bamberas, la granaína, alegrías o tientos tangos, la seguiriya, cantes de fragua… pero en la bulería hay algo más. ¿Quién ha dicho que cantar por bulerías es fácil? ¿Hay que llamarlo cuplé? Sea como fuere, aquí de lo que se trata es de si emociona o no y Felipa en eso está sobrada. Las bulerías cortas de Jerez siempre le sirven para empezar su tanda, sin ningún tapujo, controlando de forma natural cada respiro o remate, con letras de las que nos llevan al blanco y negro. Si quisiera, volvería una y otra vez a esos cantes que ya cantaron los clásicos sin salirse del patrón tradicional pero, ¿por qué no disfrutar de esas versiones que nos hacen volver creer en el amor?
Ya hicieron el cuplé otras como la propia Niña de los Peines, sin olvidarnos de Adela La Chaqueta o Bernarda de Utrera. ¿Algo más gitano que Fernanda cantando Se nos rompió el amor? No me puedo imaginar a una Felipa del Moreno sin su ya clásico “Esto se acabó”, de Lola Flores, o “Dime qué te pasa”, de Las Grecas en modo Paca y Manuela, o sus guiños a la poesía cantada de Luis de la Pica. No hay nada como dejarse llevar por la belleza sonora que crea Felipa cada vez que abre la boca y, por ello, es más que reseñable hacer ver que tan difícil es emocionar con una seguiriya que elevar el alma con una bulería. Para el amor, siempre Felipa. Te produce una sensación inspiradora, suculentamente pasional, amparándose en la belleza aunque describa el desamor. Lo que en el romanticismo se conoce como sublimidad. Pura fantasía. No me cabe duda de que Felipa tendría un gran campo a desarrollar en la canción romántica o en la balada flamenca.