Desde hace varias semanas venimos recorriendo los contenidos textuales de la exposición del Centro de Interpretación de la Manzanilla (CIMA), un espacio ubicado en Las Covachas, unos textos de los que es autorel redactor de estos párrafos (quien también formó parte del equipo redactor del diseño de los contenidos delreferido Centro de la Manzanilla).
En los párrafos de hoy centraremos nuestro interésen el Espacio 4 de la exposición del CIMA, que está consagrado a “Los Oficios del Vino” y presenta dos paneles, el primero de los cuales ostenta el mismo título genérico del Espacio en cuestión (“Los Oficios del Vino”), mientras el segundo de los paneles de este cuarto Espacio tiene como título el de “Los aperos del vino”.
Este cuarto Espacio del CIMA se articula en torno a los oficios tradicionales (y modernos) del mundo de la manzanilla, centrando asimismo su atención en su segundo segmento en los aperos y el herramental del mundo bodeguero sanluqueño, prestando una especial atención a los elementos tradicionales de dicho mundo profesional.
En el panel primero de este Espacio 4 del CIMA encontraremos los siguientes “Oficios del vino” (contando cada uno de los referidos oficios con un texto que lo ilustra, lo considera y lo explica): “Arrumbador”, “Tonelero”, “Trasegador”, “Capataz de bodega”, “Despacho de vino”, “Vendimiador “, “Viticultor, vinicultor, vitivinicultor”, “Espartero”, “Carretero”, “Carpintero”, “Alarifes y albañiles”, “Bodeguero”, “Enólogo” y “Oficina”.
De otra parte en el segundo panel de este cuarto Espacio del CIMA (dedicado a los aperos del vino, como adelantábamos) encontraremos los siguientes apartados: “Bajetes”, “Canoas”, “Esterones”, “Caña”, “Vaso de caña” y “Vehículos”.
Recogeremos a continuación los contenidos del Panel 1 del Espacio 4, dedicado a “Los Oficios del Vino”.
Arrumbador. Quizá el más completo y complejo de los oficios tradicionales de bodega, el arrumbador es el especialista que lleva a cabo algunas de las labores más delicadas del oficio del vino, trasladando, sentando y almacenando las botas y ocupándose de cabecear y clarificar los vinos… Sus manos mecen y acunan las botas, donde nace y reposa la manzanilla…
Tonelero. El tonelero, con su saber ancestral, tiene en sus manos la responsabilidad de convertir la madera en la cuna de la manzanilla… Sus manos trabajan madera, metal y fuego para hacer y reparar las botas, cuidando cada detalle del proceso, porque de la bota la manzanilla y los demás vinos de las bodegas sanluqueñas…
Trasegador. Trasegar el vino es una de las cuestiones esenciales en el proceso de la manzanilla y los vinos sanluqueños. De una criadera a la siguiente, de una andana a otra, los vinos navegan por las bodegas sanluqueñas gracias al buen oficio de los trasegadores, celosos guardianes de las esencias de la manzanilla, vigilantes en su oficio, arcano y antiguo, de la pureza del dorado tesoro de nuestras bodegas…
Capataz de bodega. Maestro de los oficios de una bodega, crecido más que posiblemente a la sombra de las andanas de botas de vino, el capataz sabe de trasiegos, de criaderas, de luz y de los tiempos del vino, y es quien tradicionalmente cuida, como un director de orquesta, de los ritmos de la bodega, de su equilibrio y su armonía…
Despacho de vino. El “despacho” de vinos es la tradicional ventana abierta de la bodega al mundo, el mágico espacio en el que la manzanilla se hace paseante, de la mano de quienes se acercan a este nudo axial entre la bodega y la ciudad para llevarse consigo manzanillas, olorosos, amontillados, palocortados…
Vendimiador. Septiembre, ahora también agosto, abre la puerta a uno de los oficios más propios del vino y la manzanilla, cuando la vid y los campos ofrecen su fruto para que las manos de los vendimiadores hagan su tarea consiguiendo que los racimos emprendan su camino desde las albarizas hasta la quietud de las bodegas, dando así de nuevo una vuelta más a la eterna rueda del vino, cuando la luna de agosto anuncia ya la plenitud del verano y la promesa de las cepas…
Viticultor, vinicultor, vitivinicultor. Cultivadores, cuidadores, señores de la viña y del vino, custodios del arcano saber del cuidado de la tierra, las vides y las cepas, desde el “chiquichanca” o aprendiz, formando cuadrillas y rancho acaso de nueve, once o doce personas según uso y costumbre devenido tradición, al mayeto o pequeño propietario cuyas manos no han abandonado el trabajo y cuidado de sus viñas…
Espartero. Desde las brumas de la Antigüedad los esparteros han venido trenzando lazos entre cielo y tierra, entre campo y mar, tendiendo los lazos que han alfombrado calles y crujías, sembrando el albero de las bodegas de mágicas alfombras prestas a recibir el dorado o ambarino goteo de las botas, haciendo aún más sigilosos los caminos de la manzanilla.
Carretero. Todo se mueve, todo fluye, y a lomos de la carretería, hoy mecanizada, han fluido los ritmos del vino, el campo se ha anudado con la ciudad, la uva ha llegado a la bodega, los caldos se han movido cuando necesario, la manzanilla ha emprendido su viaje, azaroso y seguro a la vez, por el mundo, al son de las campanillas de las caballerías entonces, hoy al rumor de los caballos mecánicos…
Carpintero. Los oficios de la madera en el mundo del vino son tan ricos como complejos, y la carpintería se cuidaba de cubiertas y estructuras, velando por el tranquilo discurrir de la vida y el crecer de unos vinos que se hacen gloria bajo vigas centenarias que guardan el secreto de galeones y navíos llegados desde el Nuevo Mundo en cuyas sentinas se acunaban las maderas preciosas, cubanas, brasileñas, mexicanas, que la carpintería sanluqueña labró para nuestras bodegas…
Alarifes y albañiles. Las bodegas de manzanilla, en sus distintos tipos y perfiles, son el único y singular joyero de este vino preciado y precioso que sólo nace y crece en Sanlúcar de Barrameda, y los alarifes y albañiles sanluqueños son custodios de conocimientos ancestrales, de un saber cuyas raíces se hunden en siglos de Historia, para hacer posible que la manzanilla se acune en sus espacios naturales, hoy como siempre...