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Lo que queda del día

Todos bajo una misma firma: “Disgruntled”

Nos ponemos de rodillas ante un delincuente para que PSOE y Sumar puedan seguir gobernando. Las decepciones, no obstante, también llegan a lo local

Publicado: 09/03/2024 ·
12:40
· Actualizado: 12/03/2024 · 11:25
  • Cerdán, Sánchez y Nogueras. -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Cuando escribía, Mark Twain hacía gala de un gran sentido del humor. En la vida real era más cascarrabias. Le costaba poco enfurecerse y mandar a paseo al primero que le contravenía, y en ocasiones hacía públicas esas mismas consideraciones en sus artículos periodísticos. Sin embargo, antes de hacerlo no se dejaba llevar por el calentón del momento. Twain no solo sabía contar hasta diez. Cuentan que tras cada arrebato, escribía el artículo de respuesta y se lo guardaba en el bolsillo interior de la chaqueta durante tres días. Al tercero lo sacaba y volvía a leerlo. Si consideraba que sus argumentos eran justos y acertados, lo publicaba. Si entendía que se había dejado llevar por las emociones como un vulgar hincha, lo tiraba a la basura.  

En uno de los últimos episodios de Larry David, alguien coloca en el tablón de anuncios de un exclusivo club de golf un documento anónimo en el que pone a parir a la dirección por las normas que rigen las instalaciones y termina firmando como “disgruntled”: disgustado. Todo el capítulo gira en torno a ese estado de ánimo mientras intentan descubrir quién es “disgruntled”, cuando, en el fondo, todos están de acuerdo, todos lo son, imitando al final la mítica escena de Espartaco: “I am disgruntled”.

Después del triple salto mortal con el que el Gobierno ha decidido salvar la ley de amnistía -y salvarse a sí mismo-, me pregunto cuántos españoles serían capaces de hacer lo mismo que Mark Twain antes de dar rienda suelta a su enfado en la barra de un bar, en la pausa del desayuno o en una diarreica perorata en su perfil de redes sociales. Más. ¿Cuántos serían capaces de plantarse en la puerta del Palacio de la Moncloa y pinchar en la puerta sus argumentos bajo la firma de “disgustado”? La cuestión, en realidad, no se basa en esa figuración, sino en la elevada coincidencia en el dictamen: nos ponemos de rodillas ante un delincuente para que PSOE y Sumar puedan seguir gobernando.

El Gobierno habla de concordia, a costa de sembrar discordia, pero, sobre todo, apoyado en una sensación que ha convertido en axioma: el día después, cuando pase la fiesta y la tormenta, como en la canción de Serrat, volverá “el pobre a su pobreza, el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas”. Al gobierno le vale, a su presidente -que va a lo suyo-, le vale, pero dudo que le valga a sus siglas, como ya les ha ocurrido en Galicia y podría ocurrirles en las elecciones europeas.

Tampoco es necesario a estas alturas reincidir en quien ha hecho del engaño y la mentira una razón de supervivencia, pero sí tenerlo presente a la hora de interpretar determinadas claves y comportamientos en la política local, en nuestro ámbito más cercano, donde ya hay ejemplos con los que pueden ponerse en tela de juicio principios irrenunciables como la credibilidad o la fiabilidad dentro de determinados gobiernos, incapaces de encontrar la salida en el laberinto de sus propias promesas y compromisos.

Volver a escuchar, ocho meses después, frases como “no vamos a subir los impuestos”, merecerían ahora su reproducción con unas risas enlatadas como complemento, que es la forma más evasiva de retratar una decepción entre quienes creyeron los discursos y ahora han descubierto que no había más que fachada, que no sigue habiendo más que fachada. El papel, ya lo sabemos, y más aún el de un programa electoral, lo soporta todo.

Afortunadamente, todavía queda quien cuenta lo que no se ve detrás de la fachada y sin necesidad de hacer política ficción. Esto no se resuelve culpando al anterior o preguntándose cómo lo hubiera resuelto el anterior, salvo que pretendas exculparte o agitar las ramas del árbol. Le ha dicho María Jesús Montero esta semana a los senadores del PP que esta legislatura se les iba a hacer muy larga en la oposición. Pues no te quiero ni contar a algunos de los que están gobernando.

Firmado (hace tres días): “Disgruntled”.

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