Puntualmente, a las 22:30 horas, se producía la tradicional llamada a las puertas de la Iglesia de la O, que se abría para dejar ver a la Cruz de Guía del Cautivo. Los murmullos se acallaron para presenciar la salida de este monumental paso de misterio de estilo barroco, con la imagen solitaria del Señor vestido de morado, las manos atadas al frente y corona de espinas. Los nazarenos, con la cruz de malta en el pecho, cargaban con cruces negras, algunos de ellos con cadenas en los tobillos y descalzos, que en su arrastrar contra los adoquines de la plaza Bartolomé Pérez fueron el único sonido en el silencio, además del rumor de los pies de los costaleros del Señor.
Uno de los momentos más especiales se produjo en la plaza Barroso, donde las saetas desde un balcón y a pie de calle adornaron la noche sobrecogiendo de emoción a muchas de las personas que allí esperaban el paso de la Hermandad. Así, y manteniédose el silencio, proseguía su camino el Cautivo, acompañado por un gran número de hermanas que, con túnica o sin ella y portando velas, realizaron todo el camino hacia su sede canónica, la Iglesia de San Roque, en una noche con temperaturas agradables y de absoluto recogimiento.