Esta última jornada, la del tirón final para llegar a casa, fue mucho más placentera para los rocieros portuenses, pues el ambiente fue más fresco que los días anteriores, en que las temperaturas han oscilado de forma caprichosa entre la calor durante el día y el frío en plena noche o por la mañana temprano.
Pero un año más parece que la experiencia volvió a satisfacer a todos que, en forma de promesa, por pura devoción y fe o por satisfacer la curiosidad, quisieron ir o volver a Almonte, a la aldea donde el punto álgido fue el del salto de la reja. En particular, son muchas las promesas o los agradecimientos que llevan a los romeros portuenses a la aldea, como confirman. Aquellos que, como manda la costumbre, no quisieron dejar pasar la oportunidad de traer romero, para que en cada vivienda entre lo bueno y salga lo malo, como dice el dicho popular.
Entre los que se quedaron en El Puerto y ayer recibieron a los rocieros hubo una mezcla de sentimientos, y en los rocieros, cansancio pero con satisfacción.
A media tarde, la Hermandad del Rocío hacía su entrada triunfal por la ciudad, llegando a hacer su
primera parada al monolito de Las Marías, donde hicieron el último esfuerzo, para alcanzar la casa hermandad del Olivo, donde este año no ha habido petalada, o la representación de la Iglesia Mayor Prioral para no sólo dar las gracias a la patrona, la Virgen de los Milagros, por la experiencia y el camino pasados, sino para acogerlos en el seno de la Virgen, la madre que guía a los peregrinos hasta Almonte, así como la Hermandad del Dolor y Sacrificio también esperó a los romeros en la calle Palacios para rezar con ellos.
Llegó la hora por tanto de guardar la fe y las energías renovadas en un rincón del alma, para así poder afrontar este año con ganas y sobre todo, ir acumulando deseo y voluntad de volver a emprender la peregrinación el próximo año, con salud sobre todo, que es lo que piden todos los peregrinos siempre, tanto para sus familiares como para ellos mismos. Y es que, cada historia de las que viajan al Rocío es una forma particular de vivir la experiencia y de entrar en contacto con la Virgen, con la madre de Dios, la misma a la que piden cuando se marchan y agradecen cuando vuelven, porque es un año más que pueden contar su experiencia.