El traslado de las oficinas de los grupo políticos municipales a la Casa de la Cultura ha terminado con el culebrón político que nadie ha sido capaz de atajar con un mínimo de criterio, ni desde el equipo de Gobierno que no terminó de explicar las razones y, sobre todo, las sinrazones, ni desde la oposición que no alegó contra la medida y se replegó a la critica política buscando titulares y fotos de desalojos a la fuerza.
El Gobierno municipal no se ha explicado porque es difícil explicar que la Oficina de Contratación tenga que estar en las mismas dependencias en las que está la Presidencia y no en la sede de Economía y Hacienda, que en ambos casos sería razonable.
Pero es más difícil explicar que los grupos políticos estén en otra parte de la ciudad cuando también necesitan estar cerca de determinados servicios imprescindibles para desarrollar su labor, como la misma Secretaría General o como la misma Presidencia, si realmente existiera una clima de colaboración en la vida política antes que un clima de enfrentamiento partidista constante.
Sin embargo y por mucho que el grupo municipal del Partido Andalucista también tenga un despacho en la calle Gravina, lo que resulta no ya difícil, sino imposible, no explicar, sino justificar es que el primer teniente de alcalde tenga un edificio municipal para él sólo, a todas luces infrautilizado y como un reino de taifas donde podrían estar todos los grupos o incluso la Oficina de Contratación.
En lo que respecta a los grupos de la oposición y por mucha razón que les asistiera, es indudable que ante la actitud dictatorial que otorga la mayoría absoluta no tenían mucho margen de acción, pero no ha faltado por alguna parte el oportunismo con premeditación y alevosía.