Casi el 50 por ciento de los profesores padecen ocho o más síntomas de estrés laboral, lo que les situaría en el "grupo extremo" de quienes sufren de tensión debido a sus condiciones de trabajo. Además, un 16,8 por ciento se sitúa en el "grupo medio" de esta escala, al presentar entre cinco y siete síntomas típicos del estrés, según un estudio de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de UGT (FETE-UGT).
Las conclusiones se extraen de una encuesta realizada por el sindicato a través de Internet a un total de 1.700 profesionales del sector, con la que pretendía analizar el "síndrome del quemado", el estrés y los principales riesgos psicosociales del sector de la enseñanza, según han explicado desde la Federación. "Estos datos muestran, sin ningún tipo de duda, que los trabajadores de la enseñanza son un colectivo fuertemente estresado", han asegurado.
Los resultados de dicha investigación apuntan a un 12,6 por ciento de resultados positivos en "síndrome del quemado", también denominado "síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal", mientras que un 18,5 por ciento de los profesionales "está en posible riesgo de sufrirlo".
El sindicato ha recordado que dicha afección "está considerada como uno de los daños laborales de carácter psicosocial más importantes", cuyos síntomas van desde las manifestaciones psicosomáticas (como el cansancio, agotamiento y malestar general) hasta las afectivas (con sentimientos de ansiedad y culpa), pasando por alteraciones de la conducta, especialmente en la despersonalización en el trato y superficialidad en el contacto con los demás.
Además, todo ello se puede traducir en una "disminución del nivel de compromiso y la eficacia" en el trabajo, y provocar mayores niveles de absentismo y abandono de la organización, según indica el estudio.
A juicio del sindicato, los niveles de estrés que muestra la encuesta se deben en parte a "la indisciplina en las aulas, la gran diversidad de alumnado, la poca valoración social de la docencia y la delegación de responsabilidades educativas, tradicionalmente propias de la familia y que ahora se pretende que sean asumidas, en exclusiva, por el profesorado". Todo ello contribuye a hacer de las escuelas "un entorno cada vez más hostil" para los profesionales de la enseñanza, según ha asegurado.
Sin embargo, ha incidido en que los recortes económicos en materia de educación influyen en el empeoramiento de las condiciones de trabajo al provocar una reducción del número de profesores en relación al de alumnos, incrementar la jornada laboral de estos profesionales, y reducir la capacidad de los mismos para atender de forma personalizada a los estudiantes.
"Este colectivo encuentra cada vez mayores obstáculos a la hora de desempeñar su trabajo, pues se enfrenta a clases cada vez más numerosas, en las que los comportamientos disruptivos se ven favorecidos, pues hay más alumnos y peor atendidas sus necesidades especiales", ha explicado.
En consecuencia, considera que los recortes provocan que las escuelas se conviertan en "un buen caldo de cultivo para la aparición de estrés, síndrome del quemado o depresión, trastornos que pueden generar graves consecuencias para la salud de los trabajadores".