El puerto | La oficialidad vuelve verdad todo aquello que toca, sea o no cierto todo cuanto ésta atribuye serlo. Separar a día de hoy ‘El Puerto’ del ‘Santa María’, es igual de complicado que pretender separar el verde y amarillo de su bandera.
Medio siglo ha servido para asociar de forma inequívoca unos colores a una población. La oficialidad ha vacilado fácilmente la argumentación para imponer una asociación que no cumple necesariamente ajustarse con la veracidad. Con lo oficial. Con lo real.
La historia se amolda y se ajusta según se quiera o se necesite. Corría la década de los sesenta cuando la Hermandad del Rocío de El Puerto tomaba de nuevo el camino como entidad a la Aldea rociera. Siglos después de su fundación -de hecho es una de las más antiguas junto a la matriz de Almonte- retomaba con su refundación, el lugar olvidado en el tiempo.
Nuevamente la oficialidad volvía a servir como excusa para poner en liza otra realidad bien distinta. Los colores siempre sirvieron como hilo conductor y como concepto identitario como un ser único. Amoldar un sentimiento y unos valores comunes a una historia que comenzaba a unirse y a sellar una realidad hasta entonces bien diferente.
La vuelta de los rocieros portuenses, bajo el amparo de una asociación, tuvo un peso histórico mayor del que se hubiese creído pensar y más influyente en el último siglo de historia portuense. Con la presencia de los rocieros ya de manera fija en cada romería anual, el verde y amarillo comenzó a imponerse.
Las hermandades del Rocío, aunque cada una tiene su propia medalla, todas llevaban los colores de la Hermanada Matriz.
Es decir, verde y blanco. La Hermandad de Almonte otorgó libertad para que cada Hermandad eligiera unos colores representativos para cada una de ellas. El Puerto, de esta manera, eligió el verde y el amarillo.
La elección de los rocieros significaría ser crucial, tal y como resultaría con el paso de los años. En la caseta de la Feria, la Hermandad colocó las tres banderas, la de España, la de Andalucía y por primera vez lució una bandera verde y amarilla. La propiamente dicha de la Hermandad rociera portuense.
La oficiosidad pasó a convertirse en oficial. Y se asoció a la ciudad, ya que ésta posee una bandera verde y amarilla entre sus insignias. Como curiosidad ésta no era de dos franjas como la actual, sino era cuadrada y con dos triángulos, uno verde y otro amarillo.
Del verde y amarillo al azul y blanco
Ocho siglos después que el rey Alfonso X El Sabio otorgara la Carta Puebla a El Puerto -precisamente el pasado 16 de diciembre de 2014 se cumplían 730 años como ciudad-, la bandera oficial dejaba atrás cualquier atisbo en cuanto a los colores que éste pudiera tener.
Los colores que podrían atribuirse a El Puerto, lejos del verde y amarillo, es el carmesí o el azul y blanco. Y lo avalan varias razones históricas. Una de ellas es el color del sello dorado que Alfonso X utiliza, precisamente, en la Carta Puebla.
Si nos trasladamos más allá en el tiempo, antes de la llegada real, se hacia el tinte púrpura, el mismo que ya usaban romanos y fenicios y que se sacaba tras tritur las cañaillas. Otra que podría atribuírsele son los colores azul y blanco. Éstos por el establecimiento en la ciudad y más concretamente en el Castillo de San Marcos de la Orden de los Caballeros de Santa María de España.
La Orden que reconquistó Jerez para el cristianismo y que es el origen de la actual bandera de la ciudad vecina de Jerez de la Frontera.