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El hospital del Oleg Naydenov: Así trabajan los Dolittle de la fauna canaria

El vertido del "Oleg Naydenov" lo ha convertido en el "hospital de campaña" de las aves y tortugas petroleadas, pero el Centro de Recuperación de Fauna de Gran Canaria lleva tres décadas salvando a cientos de animales al mes, algunos tan exóticos como un pingüino de la Antártida

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  • LAS PALMAS -

El vertido del "Oleg Naydenov" lo ha convertido en el "hospital de campaña" de las aves y tortugas petroleadas, pero el Centro de Recuperación de Fauna de Gran Canaria lleva tres décadas salvando a cientos de animales al mes, algunos tan exóticos como un pingüino de la Antártida.

Este servicio del Cabildo de Gran Canaria nació en los años ochenta como un aviario donde se prestaba cuidado a los pájaros que aparecían heridos en el campo, pero, con el curso de los años, se ha consolidado como la referencia veterinaria para la fauna de todo el archipiélago, por donde pasan todo tipo de animales: aves marinas, rapaces, tortugas, reptiles, pequeños mamíferos y hasta cetáceos.

Su prestigio transciende fronteras, ya que no es raro que equipos de otros países soliciten su colaboración para recuperar algunos animales, sobre todo en una de sus especialidades: las tortugas marinas. De ello da fe "Leona", una tortuga boba perdida en su migración que se recuperó en diciembre en sus instalaciones tras ser rescatada exhausta y a punto de morir de hipotermia en Irlanda.


"Cada año recibimos de 1.500 a 1.800 animales de media, el 80 por ciento de ellos marinos. Vienen muchas tortugas, muchas aves y también algunos cetáceos. Los que trabajamos en este hospital no nos aburrimos, la verdad", explica a Efe Pascual Calabuig, el veterinario al frente del equipo de personas que conforma este centro, la auténtica "clínica Dolittle" de la fauna canaria.

Calabuig no tiene la habilidad de hablar con los animales del personaje de literatura infantil creado por Hugh Lofting y popularizado en el cine por Eddy Murphy, pero casi, como sugiere la larga lista de causas perdidas que han conseguido transformarse en casos de éxito en manos de su equipo, tanto en animales "comunes", como en ejemplares de especies amenazadas de extinción.

En una sola mañana, en las instalaciones del centro en Tafira se puede operar una fractura a una polla de agua que acaba de llegar de Fuerteventura, administrar suero a un águila culebrera rescatada con la mitad de su peso natural en Gran Canaria, curar las heridas a una lechuza y a un alcotán recuperados en El Hierro y reparar las lesiones de una tortuga recogida en aguas cercanas a La Gomera.

Y todo ello sin descuidar al resto de "pacientes" silvestres ingresados en sus instalaciones y sin perder ojo a uno de sus programas estrella: la cría en cautividad del guirre, que hace dos años proporcionó a esta variedad de alimoche, única de Canarias, una nueva esperanza para recuperar sus escasas poblaciones.

"Nos envían animales de todas las islas", señala Calabuig, que presume de que este centro ha tejido tal red de complicidades con entidades públicas y privadas, que "un animal que aparece herido en El Hierro a las 9:00 horas, a las 13:00 ya está operado".

"Eso no pasa ni con las personas", bromea. En realidad, explica, ello es posible gracias a la colaboración que prestan empresas como la aerolínea Binter, que traslada entre islas a los animales en el primer vuelo disponible, y entidades públicas como Salvamento Marítimo, que facilita embarcaciones para atender a la fauna marina.

Cernícalos, búhos, pardelas, alcatraces, águilas, alcotanes, lechuzas, guirres, garzas imperiales, tortugas bobas, tortugas laúd, serpientes de todo tipo... La lista de especies atendidas por este centro es casi interminable. Sin embargo, sus responsables recuerdan con especial cariño dos, uno reciente y otro más antiguo, de 2003.

El primero aconteció el año pasado, cuando lograron recuperar y devolver al mar a una hembra de cachalote pigmeo que intentaba suicidarse en la playa de La Laja, porque había muerto su cría, recuerdan en el centro.

El segundo es más exótico y se remonta doce años atrás, cuando se avisó al Centro de Recuperación de Fauna de Tafira que un pesquero japonés atracado en el puerto de Las Palmas tenía a bordo a un pingüino emperador, al que estaban "gastando bromas pesadas".

Recuperar ese ave de la Antártida del golpe de calor que sufría en un septiembre tórrido en Las Palmas de Gran Canaria requirió de dos alardes: reunir una tonelada de hielo y "tirarse un farol" con la consignataria del pesquero, diciéndole que no iba a poder salir del puerto con una especie protegida. "Era mentira", confiesa Calabuig, "el pingüino emperador no está protegido en España, porque sencillamente no existe aquí, pero funcionó".

Ese pingüino era en realidad pingüina, vive en Loro Parque, el zoológico de Tenerife que la acogió ante la imposibilidad de devolverla a la Antártida y ha procreado desde entonces cinco crías.

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