elegimos un título cuyo significado no pasa desapercibido, siendo un toque de atención y alerta en sí mismo. Como alarma encendida, semáforo en rojo o señal vial de desprendimiento, la palabra mordaza nos obliga, de forma inmediata, a conducir con un ojo en la carretera y otro en el terraplén, atentos a la posible emergencia de ver rodar piedras que podrían sepultarnos.
Son muchas las mordazas que podríamos citar, reales unas, figuradas otras; todas ellas efectivas, privativas, algunas denostadas, las más vigentes y sobre todo sujetas a un único fin: tapar, callar, ocultar, cercenar, privar,…
Relacionar mordaza con la privación de libertades, viene a ser como relacionar agua con río, manantial, mar, lluvia. No podemos hablar de este elemento sin tener presente los diferentes aspectos en los que se presenta. De igual manera no podemos hablar de mordaza sin tener presente su fin. En definitiva, un sustantivo que determina de forma inmediata a qué nos estamos refiriendo.
La recientemente aprobada Ley de Seguridad Ciudadana conocida como ´ley mordaza´ y reforma del Código Penal que entrará próximamente en vigor, ha sido y sigue siendo ampliamente comentada, criticada y hasta recurrida, cuando no llamada a capítulo por organizaciones internacionales (ONU) preocupadas por la merma de derechos y libertades fundamentales de los individuos.
Un capítulo más de aquella ´España negra´ presuntamente en el olvido que revive gracias a los miedos de unos pocos, la acomodaticia displicencia de otros y un afán de poder y control de los más, que aún siguen pensando en una sociedad como cortijo al servicio del poder.
No cabe duda de que algo se mueve. Se viene moviendo desde hace años y no solo es la crisis, sino la conciencia social que ésta genera junto a la necesidad de revitalizar de forma efectiva conceptos y realidades dentro del conjunto de normas, leyes y principios que gobiernan una sociedad.
Afortunadamente la sociedad está viva. Por miles se han contado las manifestaciones de los ciudadanos en estos últimos cuatro años. Quizá una cantidad nunca vista en nuestra historia más reciente, cuya disidencia anunciaba el desacuerdo frontal con las imposiciones que día a día, mes a mes, han venido recortando libertades y derechos históricamente adquiridos por el conjunto de los ciudadanos.
Quizá no sólo se trata de pragmatismos, sino de ideas, sensaciones y conceptos que revitalizan los aspectos más recalcitrantes de una forma de gobernar preñada – nunca mejor empleado el adjetivo – de trabas, recortes, impedimentos y, en una palabra, mordazas tendentes a reducir derechos y libertades, haciendo que esa forma de gobierno no fuera para el ciudadano, sino más bien que éste se sometiera a esa forma de gobierno cuyos intereses aletean en esferas ignotas de oscuros orígenes.
Aquella preñez dará a luz en este mes de julio esa nueva Ley que ha contado con la oposición de toda la oposición en las Cortes Generales. Un texto suficientemente publicado y comentado para no ser repetido en este artículo y al cual, gracias a las nuevas tecnologías, se tiene acceso fácilmente en amplia documentación, detracción y crítica en diferentes medios escritos. Una Ley que, como colofón, parece querer poner sello a esa forma de gobierno destinada, no ya al silencio, sino al mutismo de los corderos.
Cuando el panorama electoral derivado del 24M anticipa un cambio de rumbo en las generales y cuando todas las fuerzas políticas se empeñan en poner oropeles en el altar del diálogo como medio de reencuentro y gobernabilidad posible, el lastre de lo iniciado por el partido en el gobierno, irónicamente, viene a ser efectivo a través de una Ley contraria a todo lo que la sociedad ha expresado.
Existen sabios, sí. Pertenecen a esos círculos de sabios que auditan y redactan a medida. Una medida por encargo, avalada por el dinero y destinada a un fin específico: el corte perfecto del traje para quien lo viste.
Esos sabios, cual Einstein, conocedores de fórmulas matemáticas, giros, expresiones y significados ambivalentes de las palabras, ponen sobre la mesa sus conocimientos con la conciencia clara de a quien sirven y con la certeza de que el átomo puede ser utilizado de forma edificante o destructiva. La nueva Ley de Seguridad Ciudadana no parece ser demasiado edificante.
La mordaza nunca es edificante, y será obligación de esta regeneración anticipada que puede tener su colofón en estos cuatro nuevos años de legislatura nacional, hacer una revisión completa de la Ley con sabios más sabios aún.
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La mordaza
"Afortunadamente la sociedad está viva. Por miles se han contado las manifestaciones de los ciudadanos en estos últimos cuatro años"
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