José Vegazo Mures le pidió a su presentador, Ángel Rodríguez Aguilocho, que preludiara su intervención con “el minicuento del hombre que no quería dejar de ser niño”, pero al final fue él mismo quien aprovechó la oportunidad que le ofrecía el atril del Teatro Villamarta para narrar en primera persona los avatares de una vida marcada por una infancia difícil que pudo encauzar en buena medida gracias a su desmedido amor por la Semana Santa y sus cofradías.
Porque eso fue en definitiva lo que hizo ayer Vegazo durante dos horas y veinticuatro minutos en el coliseo jerezano: una pública exposición de sus miedos y temores, penas y alegrías. Y todo ello con el hilo conductor de la Semana Mayor y sus hermandades, convertidos ambos elementos en arteria principal de su existir. Hubo tiempo para todo y elementos del Pregón que acaso pudieron llegar a sorprender a un auditorio que quizá descubriera el lado más cómico de Vegazo, que ayer se destapó como estupendo monologuista.
Llamativas fueron sus palabras a la alcaldesa, Mamen Sánchez: “Póngase cómoda, no tenga prisa. Los cofrades somos gente agradecida..., le buscamos un calzado con el que esté cómoda y no hay ningún problema”. Ya en clave estrictamente cofradiera provocó la sonrisa del público cuando echó mano de un rico anecdotario que obviamente evidenció sus múltiples vivencias como cofrade. Quedan para la historia las alusiones a un Jueves Santo lluvioso en el que los nervios propios del momento dejaron escenas tales como el paso de palio de la Virgen de la Confortación andando con dos nazarenos que habían subido a cubrir el manto de la dolorosa agarrados a los varales. O aquella otra del costalero del Señor del Ecce Homo que -en trance similar al anterior- llegó a agarrarse a la cintura de su Cristo para no caerse del paso.
Anécdotas al margen, el Pregón tuvo una protagonista indudable, la madre del propio Vegazo y la frase que le dejó en su lecho de muerte, cuando éste no era más que un niño: “Nunca estarás solo”. Esas palabras se convirtieron en el principal argumentario de una disertación carente de guión y que, como el propio Vegazo había adelantado, pretendía saltar de un tema a otro sin mayor intención que buscar emocionar al público.
Por eso el Pregón terminó con un romance dedicado a la Virgen de la Soledad que Vegazo tituló La Soledad del pregonero, en uno de los finales más intimistas que se recuerdan en el Teatro Villamarta, alejado del típico broche festivo que predispone al auditorio a vivir la Semana Santa.
Antes había evocado la Pasión de su infancia, junto a su madre, en la Rotonda de los Casinos: “Hubo un lugar lleno de duende y pellizco, un lugar donde una madre con dos hijos y un carrito, en la puerta del Banesto, enseñaba cofradías sin saber lo que era un cirio”. Con estos versos, Vegazo daba continuidad al romance que Antonio Moure dedicó el año pasado al antiguo punto de inicio de la Carrera Oficial jerezana.
El Pregón también se acordó -quizá por primera vez- de los cofrades que sufren de alzheimer, en un romance que tenía como protagonista a una pareja postrada ante el Cristo del Amor.
Y hubo, cómo no, un emotivo recuerdo a su Hermandad del Santo Crucifijo de la Salud, que se convirtió en su familia y en la que terminó haciéndose cofrade. También una petición a su capataz, Martín Gómez, para que le permita meterse bajo el Señor de la Sagrada Cena en la tarde del Lunes Santo, teniendo en cuenta que Vegazo dejó de ser costalero para convertirse en auxiliar del capataz y que existe la costumbre de que sea el pregonero quien tenga a su cargo la primera levantá del paso en el interior del templo.
Muy emotivos fueron los versos que dedicó a la Hermandad del Prendimiento, recordando precisamente su experiencia de años atrás como integrante del equipo de Martín Gómez. Vegazo se gustó en un tramo del Pregón en el que abundaron los guiños a los apellidos más flamencos del barrio de Santiago.
No menos brillante fue el largo pasaje que dedicó a la Virgen de la Esperanza de la Yedra, donde Vegazo tuvo ocasión de decirle todo lo que no pudo cuando compartió con Andrés Cañadas y Enrique Víctor de Mora algunos momentos del Pregón de la Coronación Canónica, en 2013. Soberbio fueron los versos que acompasó con el Ave María de William Gómez, que interpretó Ángel Hortas. El organista y tenor intervino en varios momentos del Pregón, pero quizá fuera este en concreto el más sobresaliente.
Tampoco deben pasarse por alto los versos que dedicó a la Hermandad de la Coronación y especialmente a la Virgen de la Paz en su Mayor Aflicción, su devoción infantil, elevando públicamente la promesa de regresar a su regazo.
También hubo autocrítica y una invitación a las hermandades de vísperas a que no precipiten su incorporación a la nómina de cuantas hacen estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral, en lo que fue una defensa cerrada del Sábado de Pasión.
El Pregón contó este año con la participación de la Banda del Nazareno de Rota, estando el escenario presidido por la cruz de guía de la Hermandad del Santo Crucifijo. Vegazo trató de plasmar su visión de la Semana Santa. “Era tan importante hacer reir como llorar. He intentado por todos los medios emocionar a la gente”, dijo el hombre que no quería -que no quiere- dejar de ser niño.