Tiene Jaén una peculiaridad que no tienen el resto de pueblos de este país, como si el termostato de su economía estuviese detenido en una franja intermedia que no hace que afloren ni las peores consecuencias que debieran, y mucho menos, la mejores. En los últimos cinco años la renta neta declarada por los jienenses de la capital ha descendido en 150 millones de euros, según el último estudio de la Fundación Estrategias, y todos los parámetros económicos y de desempleo revelan un retroceso más que brusco desde el año 2007. Aunque la situación es y ha sido dramática para buena parte de la sociedad, apenas han aflorado pequeñas puntas de iceberg contestatarias. Sin embargo, mucho más singular es que en épocas de bonanza, como también ha disfrutado esta ciudad y esta provincia, las grandes cifras tampoco varían en exceso, salvo el número de parados. Lo cotidiano no cambia, la percepción no es de pujanza, apenas nada se nota, nada varía. Vive Jaén por tanto en una áurea de tibieza casi infinita, pero con un constante desequilibrio, ya que cuando vienen tiempos malos, los más desfavorecidos sufren más y cuando vienen tiempos buenos, los más beneficiados apenas emergen para propiciar cambios estructurales que equilibren la balanza.
Jaén
No se nota, nada pasa
Sufre Jaén cuando vienen malos tiempos, pero sin contestación; y nada pasa en esta tierra cuando los tiempos mejoran y aflora la pujanza
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