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Sevilla

La cucaña lleva un siglo y medio entreteniendo a los trianeros

La primera cucaña se celebró en Sevilla en el año 1852 con motivo del nacimiento de la Infanta María Cristina de Orleáns

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  • El término cucaña procede del italiano cuccagna (buen momento)
  • Surgen en el Palacio de San Telmo, justo nueve meses después de la inauguración del Puente de Triana
  • Las avellanas verdes: las grandes ausentes

La popular cucaña es algo más que un barco y un mástil embadurnado con cebo en pleno río Guadalquivir. El juego de la cucaña se ha convertido, año tras año, en una de las principales señas de identidad de la Velá más antigua de Sevilla. 

Para comenzar a comprender el origen de este centenario evento debemos acudir al diccionario italiano, ya que el término cucaña procede de cuccagna (buen momento). No es casualidad, ya que la cucaña tiene sus raíces en el Reino de Nápoles, cuando este pertenecía al Imperio español. 

Aunque la cucaña llega a la Velá de Santa Ana de manera distinta. El motivo de su implantación en Sevilla, curiosamente, fue el nacimiento de la Infanta María Cristina de Orleáns, hija de los Duques de Montpensier, que nació en el Palacio de San Telmo en noviembre de 1852, justo nueve meses después de la inauguración del Puente de Triana. Fue entonces cuando apareció en el río una cucaña, tal como la conocemos en la actualidad, con motivo de dicho nacimiento y ubicado delante del citado palacio. 


Cinco décadas más tarde, la hoy tradicional cucaña arriaría en el programa de actos de una Velá, que a inicios del pasado siglo XX, comenzó a vivir sus primeros años de esplendor. Hoy, en diferentes categorías, los más jóvenes trianeros optan a alcanzar la bandera roja al final del mástil para ser premiados por una cuantía económica que oscila entre los 30 y los 50 euros por bandera, según la dificultad. 

Incluso existen leyendas de este antiguo juego. Por ejemplo, ‘El Chorro’, uno de los grandes cucañeros de la historia que apenas encontró rival al inicio de las década de los 60. Un vecino de la barriada trianera del Carmen que marcó toda una época.
 

Las avellanas verdes: las grandes ausentes

Sardinas, cucaña y avellanas verdes. Los tres ingredientes que, década a década, han sido dotando de un sello inigualable a esta Velá de Santiago y Santa Ana. Un triángulo que este año se ha roto por uno de sus vértices.

Estamos viviendo una Velá sin avellanas verdes. Cuesta pasear por la calle Betis durante estas seis jornadas festivas de Triana y no encontrarse, al menos, un puesto de estas típicas avellanas amargas. La razón, el fallecimiento hace algo más de un año de Carmela Martínez, la última vendedora en la Velá, tras más de 30 años ejerciendo este oficio.

Los multitudinarios puestos que se veían en los 90 no han dejado ningún legado. Se han perdido las avellanas verdes. 

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