El tiempo en: Sanlúcar
Publicidad Ai

Mundo

El jefe del Ejército argelino pide inhabilitar a Bouteflika

La petición de Gaïd Salah, uno de los hombres mas fieles al mandatario, supone un punto de inflexión en el conflicto político que padece el país

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
  • Bouteflika -

El jefe del Ejército argelino y viceministro de Defensa, general Ahmed Gaïd Salah, pidió hoy la inhabilitación al presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, de 81 años y gravemente enfermo desde 2013.

La petición de Gaïd Salah, uno de los hombres mas fieles al mandatario, supone un punto de inflexión en el conflicto político que desde hace más de un mes padece el país y podría suponer el fin de los veinte años de presidencia del último mandatario árabe del siglo XX.

Desde que hace un año comenzara el debate sobre si Bouteflika debía presentarse a un quinto mandato consecutivo pese a su incierto estado de salud, el general ha sido uno de los más férreos defensores de esa opción.

Y la ha sostenido desde que el pasado 22 de febrero estallaran las protestas en la calle pese a que gran parte del Ejército y de la Policía se negaran primero a intervenir y después apoyaran en público las manifestaciones, que se repiten desde entonces cada viernes.

En este contexto, Gaïd Salah, quien probablemente también salga del poder, recurrió hoy a la necesidad de defender y proteger la unidad del Estado para pedir la aplicación del artículo 102 de la Constitución, que permite inhabilitar al presidente por razones de salud.

"La situación en nuestro país está marcada, en estos días, por marchas populares pacíficas, organizadas en todo el territorio nacional, que exigen cambios políticos", explicó el oficial en un discurso ofrecido en la ciudad central de Ouargla.

Unas protestas que pese a ser pacíficas, "podrían ser explotadas por partes hostiles y malintencionadas, tanto en el interior como en el exterior el país, para tratar de quebrar la estabilidad del país", argumentó.

Por ello "y para evitar a nuestra nación cualquier situación incierta, es deber de todos trabajar con patriotismo y sacrificio, y privilegiar los intereses supremos del país para encontrar, en el futuro inmediato, una solución a la crisis".

"En este contexto, se hace necesario, incluso imperativo, adoptar una solución que responda a las demandas legítimas del pueblo argelino y que garantice el respeto a la Constitución y el mantenimiento de la soberanía del Estado", agregó.

"Una solución capaz de alcanzar el consenso de todas las visiones y el acuerdo unánime de todas las partes, estipulada por la Constitución en su artículo 102", concluyó.

La aplicación del citado artículo abre ahora varios escenarios posibles en un país que es clave para la estabilidad energética y económica de Europa, y para la seguridad de toda la cuenca del Mediterráneo.

Si se aplica de pleno la Constitución, la inhabilitación del mandatario supondría que el poder ejecutivo pasaría al presidente del Consejo Constitucional, Abdelkader Bensalah, quien dispondría de un periodo de transición de cuatro meses para convocar unas elecciones presidenciales a las que él no podría concurrir.

Para ello, antes tendría que reunirse de pleno derecho el citado Consejo, certificar que el jefe del Estado está imposibilitado para ejercer sus funciones y en ese caso, elevar la demanda al Parlamento para su aprobación.

Reunidos en sesión plenaria, tanto el Senado como la Cámara baja deberían entonces aprobar con una mayoría cualificada de dos tercios la aplicación del artículo 102 durante un primer periodo transitorio de 45 días.

Si al término de ese plazo se comprueba que el mandatario sigue incapacitado, se pondría en marcha el artículo 104 de la Carta Magna, que gestiona el periodo de transición definitivo.

Otras opciones serían que el mandatario falleciera, con lo que la aplicación del artículo 104 sería automática, o que presentara su renuncia formal, con lo que según algunos jurista se podría abrir un periodo de transición tutelado por un consejo presidencial y ordenado por un gobierno de concentración nacional.

Cualquiera de estas opciones supondría el triste fin para uno de los líderes árabes más carismáticos del siglo XX, y el triunfo para un pueblo que acusa a su estrecho círculo de poder de corrupción y le responsabiliza de la grave crisis económica y social que desde 2014 sufre el país.

Las manifestaciones masivas en las calles arrancaron hace un mes con una primera demanda: que el mandatario, entonces ingresado en un hospital de Suiza sin que se supiera cual era su verdadero estado de salud, renunciara a ser reelegido.

El 11 de marzo, un día después de que se anunciara su regreso, la presidencia emitió un comunicado en el que Bouteflika desistía de su candidatura, aplazaba los comicios -que en principio habían sido convocados para el 18 de abril-, y ordenaba la apertura de un proceso de transición tutelado por el ministro de Interior, Nouredin Bedaui, uno de sus hombres de confianza.

Una decisión que no sirvió para frenar la furia en las calles, convencidas de que se trataba de una argucia del círculo de poder para perpetuarse.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN