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‘Un hombre fiel’: Pequeños desórdenes amorosos

Un triángulo, casi cuadrado, en el que un hombre, él mismo, es abandonado por su pareja que le confiesa estar esperando un hijo de su mejor amigo...

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Louis Garrel -actor de cine y teatro, guionista, director de fotografía y cineasta francés de la cosecha del 83, hijo del director Philippe Garrel y de la actriz Brigitte Sy- es conocido como intérprete fundamentalmente por la película de Bertolucci ‘Soñadores’ (2002). Asímismo interviono en algunas de Christophe Honoré y de su progenitor, con quien compitió por cierto en la Sección Oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla del año 2015, donde ambos presentaban respectivamente ‘La sombra de las mujeres’ y ‘Los dos amigos’. Curiosamente historias triangulares también como esta que nos ocupa y, para esta firmante, infinitamente mejor la del padre, la primera citada, que la del hijo.

En ‘Un hombre fiel’, su segunda propuesta en el terreno del largometraje, Garrel junior abandona la misoginia rampante de la primera y cede todo el protagonismo a las dos actrices -excelentes Laetitia Casta y sobre todo, un gran descubrimiento, Lily-Rose Melody Depp- en una historia en la que, al contrario que en la anterior, él es el vértice, más bien pasivo, de un triángulo.

Un triángulo, casi cuadrado, en el que un hombre, él mismo, es abandonado por su pareja que le confiesa estar esperando un hijo de su mejor amigo. Ocho años después, al morir este, vuelven a convivir. Pero la hermana del fallecido, enamorada en secreto de él desde que era una niña, decide conquistarle con la inesperada complicidad de su rival. Por otra parte, el hijo del difunto -adorable Joseph Engel, la estrella de la función que debió haber ocupado un mayor espacio en este relato- celoso y obsesionado con la muerte tras la pérdida paterna, tampoco le pondrá las cosas fáciles…

Hay mucho de homenaje a la Nouvelle Vague, y especialmente a Truffaut, en este filme. Pero tal reconocimiento no es impostado, ni gratuito, sino, por el contrario, muy fresco, si bien elaborado y complejo,  actual y contemporáneo. Y, desde luego, absolutamente francés aunque referido a una filmografía gala con tendencias autorales. Imposible trasladar esta narración, con su tono extremadamente civilizado, refinado y elegante, a nuestro país.

Porque efectivamente Louis Garrel enfoca esta producción francesa -de unos escuetos, pero intensos, 75 minutos de metraje, escrita por él mismo y el excelente Jean-Claude Carriére, muy bien fotografiada por una mujer, Irina Lubtchansky, y con la magnífica partitura del gran Philippe Sarde, que le ha puesto música a lo mejor del cine de su país- de una forma suave e inteligente, lúcida y traviesa, elaborada y con una ligereza formal no exenta de cargas de profundidad. Usando la voz en off en tres versiones, para revelar la mejor visión posible de conjunto. Mejor Guión en San Sebastián y Mejor Director en el Festival de Buenos Aires.

La animalista que esto firma -que, desde luego, recomienda su visión- solo tiene que objetarle la escena, tan dolorosa como innecesaria, aunque sea breve, del reportaje que el personaje central hace sobre una granja de cerdos sin ninguna connotación crítica, sino frívola, ajena al sufrimiento de esos animales. Para que conste.

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