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Yo si trabajo, Yo si estudio

pero aquí estamos eligiendo nuestro destino: el de la utopía, el de un trabajo digno, la libertad como nuestro himno, seamos capaces de cambiarlo establecido”

Publicado: 05/06/2019 ·
08:42
· Actualizado: 05/06/2019 · 08:42
Autor

Rafael Fenoy

Rafael Fenoy se define entrado en años, aunque, a pesar de ello, no deja de estar sorprendido cada día

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En este blog se pretende compartir análisis, reflexión y algo de conocimiento contigo persona lectora

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Nunca en toda la historia de esta vieja España la juventud ha estado mejor preparada, mejor formada y sin embargo multitud de personas jóvenes no encuentran trabajo o el que encuentran “por así llamarlo”, no cubre mínimamente las necesidades vitales esenciales para poder independizarse de sus familias. Algunas de estas personas llegan a la conclusión de que no merece la pena seguir formándose y como no encuentran trabajo engrosan las filas de las llamadas NI NIs (Ni estudian, ni trabajan). Al adoptar esta decisión se sitúan en el umbral de la desesperanza y al filo de la depresión.

El estudio, el acceso al conocimiento, es un privilegio al alcance sólo de la inteligencia y esta puede, precisamente con nuevos conocimientos, dar respuestas a situaciones complejas. Mediante ese conocimiento somos capaces de ordenar el mundo de sensaciones, ideas, estímulos, que permiten adoptar una posición socialmente equilibrada. La meta del estudio es ésta y no otra. El encontrar trabajo es la consecuencia de un proceso de formación. Más allá de que la formación, el estudio, pueda tener un valor instrumental, por sí misma la formación es valiosa.

El debate esencial no se sitúa sobre la conveniencia o no de formarse, ya que la formación continua es una necesidad de la propia inteligencia. La cuestión de fondo es poder elegir una formación adecuada al momento, tanto personal como social, de cada persona y, evidentemente, poder tener acceso a la misma. Una sociedad verdaderamente democrática sólo es posible si permite el libre acceso al conocimiento mediante la educación permanente. Toda persona tiene derecho a formarse y el acceso a esa formación debe estar garantizado como derecho esencial y personalmente reconocido.

La juventud puede sentirse “estafada” cuando desde la más tierna infancia se le insista a que debe estudiar para ser una persona de “provecho” y cuando concluye sus estudios académicos el panorama para trabajar es más que negro. Tiene sentido que se compongan canciones que difundan: “lo que si nos vendieron desde que nacimos, fueron muchos cuentos, a cual más vacío”. Sin embargo esa situación de desesperanza se revierte porque la gente joven no le queda más remedio que decir fuerte y claro: “pero aquí estamos eligiendo nuestro destino: el de la utopía, el de un trabajo digno, la libertad como nuestro himno, seamos capaces de cambiarlo establecido”.

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