Es cura y cura, es padre con muchos hijos más que fieles, es locuaz donde su oratoria es sencilla, divertida, amable y crítica. Él dice lo que siente, pero siempre con la palabra de dios, de su padre espiritual y ahí es donde radica su cercanía.
Desde que empezó esta crisis sanitaria, los bancos de la iglesia se han llenado de fotografías, eso dice mucho de él, no deja de lado a sus parroquianos, los quiere cerquita en este templo religioso, los cuida, en este confinamiento...La primera vez que le vi procesionar en Conil de la Frontera, hace ya unos cuantos años, mis prejuicios se asomaron -qué malos son- me dije “ufff, éste va ser un cura del visillo, de esos que van de santos y solamente tienen el título, no más” y qué confundida estaba, qué feo mi sentir, por ello, siempre debemos tener los prejuicios cuánto más lejos mejor, y pedir perdón.
En estos momentos de confinamiento, cuando llevamos más de un mes en nuestras casas, el párroco de Conil envía todos los días, a las doce en punto de la mañana, un mensaje y una oración a través de las redes sociales desde la parroquia Santa Catalina de Alejandría. Se sienta cerca de una mesa, sobre ella hay una figura de barro -se trata de una escultura de Jesús en la barca durmiendo, un pasaje de la biblia [Mc 4, 35-40 o Mt 8, 24-27]- y detrás del padre, bellas plantas llenas de vida.
Mensajes repletos de verdades, mensajes donde el humor nunca lo deja de la mano, donde sus palabras hacen que muchos vecinos y otros tantos, a pesar de no vivir en este pueblo costero, les llegue a lo más profundo de los corazones, y hacen que esos mensajes hagan pensar, recapacitar, sonreír, llorar, ser críticos, sentir… pero sobre todo hacen, que para muchos su día a día en sus casas entre la luz.
Este padre no tiene pelos en la lengua, sabiduría en sus palabras… este padre dice bien alto y claro lo que debe ser justo y no le falta razón, aunque por ello haya recibido reprimendas de los altos mandos. Este padre siempre tiende la mano al migrante, al desfavorecido, al pobre, al rico, al necesitado, a los niños y cómo no, a los mayores…pero también, al que cree que todo lo sabe aunque sepa que esté equivocado o su ceguera no le deje ver más allá de sus narices.
Desde que empezó esta crisis sanitaria, los bancos de la iglesia se han llenado de fotografías, eso dice mucho de él, no deja de lado a sus parroquianos, los quiere cerquita en este templo religioso, los cuida…y ellos lo agradecen porque quieren estar también cerca de su párroco, de su iglesia, de sus rezos.
Uno puede ser creyente o no, uno puede ir a misa o no, uno puede sentir los evangelios o tenerlos en la estantería, pero hay que agradecer que en la iglesia, católica, apostólica y romana, encontremos padres, curas, sacerdotes, arzobispos…pocos -o muchos, porque este mundo es muy grande- que sean como el padre Rafael Vez Palomino. Gracias Padre.