Lo advirtió hace casi dos décadas Fernando Arrabal: “El milenarismo va a llegar”. Esta mañana he leído los titulares de prensa de diferentes medios y no he podido evitar la pregunta: ¿Se referiría a este tipo de momento como desencadenante del milenarismo? Hasta en Cádiz dicen que han vuelto a escucharse las trompetas del apocalipsis, el famoso The Hum. Por si acaso, o porque no podía aguantar más, la gente se ha echado a la calle a correr y pasear como si no hubiera un mañana. El tiempo, que es relativo. Como decía el recientemente fallecido Marcos Mundstock, incluso el transcurso de un minuto depende de si eres el que espera a la puerta del servicio mientras te estás meando. Imaginen 50 días sin salir. Mejor no lo imaginen, confiésenlo.
Hay hasta quien ha tenido que salir en defensa de todos los deportistas y paseantes que están desde este sábado en el punto de mira. Debían ser mayoría los que llevaban el pie cambiado, o acaso la consecuencia lógica de ese afán tan nuestro de tomar la parte por el todo. Vemos a dos padres con un pequeño, a varios amigos que se han encontrado en mitad de una avenida, a gente sin mascarillas, y en seguida nos convertimos en juez y parte de la parte contratante de la primera parte. Que les corten la cabeza.
El debate en redes está de lo más animado. Ya lo decía Harry Callaghan, “las opiniones son como los culos; cada uno tiene el suyo”. Pero volvamos a las portadas de muchos periódicos, en los que la situación económica ha comenzado a ganarle terreno a la información sobre la evolución de la epidemia en nuestro país. Entre “Esto es el fin del mundo” o “Nos vamos irremediablemente al carajo”, y alguno de los titulares que encabezaban las portadas y portales digitales de numerosos medios de este sábado, había poca diferencia.
El problema es que llegamos a esos titulares después de que muchos de esos mismos medios hayan torpedeado sucesivamente al Gobierno central por su gestión de la crisis sanitaria y alentando la necesidad de un gobierno de concentración, como para que ahora sepamos discernir si la información sobre la debacle económica forma parte de una estrategia o si se trata de una seria advertencia para la que parece que aún no estamos preparados; salvo que, precisamente, sí lo estemos, por experiencia, y solo nos queden fuerzas para proclamar: “También esto pasará”.
En realidad, viene el lobo -ya nos gustaría que fuese el Señor Lobo, por su capacidad de resolución, pero no responde al perfil del comité de sabios de la reconstrucción nacional: pero qué buenos somos poniéndole nombres a lo abstracto-. La destrucción de empleo, la caída del PIB, el incremento del déficit, el desentendimiento europeo, la amenaza del rescate, los ERTE como primer paso al procedimiento concursal, la fractura social, el incremento de la delincuencia... y el fútbol, aún ni se sabe.
Tocar cada sector es una película de miedo. Hablas con directores de hoteles y no entienden las medidas de desescalada previstas -mejor ni abrir-, hablas con dueños de bares y comerciantes, y persiste la indefensión por indefinición, y por desconocimiento. Pero incluso ante cuestiones puntuales, como una feria, es tan sencillo como escalofriante comprobar el desmoronamiento de las cifras: una de las ventas de vino más importantes del año se ha volatilizado, los empresarios taurinos se han quedado sin espectáculos y los feriantes se enfrentan a año y medio de parón, sin ingreso alguno.
Este mismo fin de semana debía estar celebrándose en Jerez el Mundial de Motociclismo. La provincia como punto de encuentro para decenas de miles de personas que iban a generar un gasto de unos 30 millones de euros que también se ha esfumado como si se hubiera acabado el efecto de un hechizo.
A falta de bares, al menos, este lunes abren las peluquerías. Vamos directos a la ruina, pero lo haremos atléticos y bien peinados. También habrá colas, y críticas, pero habrá que confiar igualmente en que sea el primero de muchos negocios en recuperar el pulso mientras nuestros profesionales sanitarios, aquellos a los que dejan hacer su trabajo bien equipados, y los que debemos cumplir las normas, vencemos al virus.