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Provincia de Cádiz

“Orgullo de patria” ante los ataques a Colón

Los historiadores censuran el revisionismo. No hubo ni genocidio ni expolio, remarcan, y destacan el valor del legado de España en Hispanoamérica

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  • Monumento a Colón. -

La muerte de George Floyd, hombre de raza negra, bajo custodia policial en EEUU ha desatado una ola de indignación y violencia que ha llevado a los manifestantes a emprenderla primero contra las figuras históricas vinculadas a los confederados que defendieron la esclavitud en el siglo XIX y, posteriormente, contra Cristóbal Colón y el legado español.

En España, el movimiento ha tenido eco en Catalunya en Comú Podem, que planteó la retirada del monumento en Barcelona, y en Andalucía Adelante, con unas polémicas declaraciones, matizadas posteriormente, de Teresa Rodríguez en La Sexta. “Es una buena idea, por qué no, dejar de rendir homenajes a esas figuras por respeto a personas de otras razas que han sido víctimas de esto en otras épocas y por tener una sociedad que rinda homenaje a personas que tengan más que ver con los valores que hoy tenemos”, sostuvo.

“Hay una tendencia a revisionar el pasado que puede llevar a cometer el error común de interpretar hechos o figuras históricas con la mentalidad actual”, advierte José María García Ponce, historiador y miembro de la Real Academia Hispanoamericana, al respecto. “Este planteamiento desenfoca las cuestiones, lleva a análisis equivocados y sectarios”, agrega. Como es el caso de la formación de izquierdas que Jesús Maeso, también historiador y novelista, considera fruto de la “malevolencia política y la ignorancia”.


Maeso subraya que Teresa Rodríguez, al igual que Catalunya en Comú Podem, parte de una tesis falsa, “lo que Stanley G. Payne denomina trampa metodológica”, consistente en dibujar la América precolombina “como un paraíso que España desbarata”. Pero, remarca, no hubo ni genocidio ni expolio. Todas esas inexactitudes, cuando no falsedades, que conforman la Leyenda Negra es, explica, “la mayor alucinación colectiva de Occidente, como apuntó certeramente el hispanista sueco Sverker Arnoldsson”.

Al contrario, el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo sirvieron para acabar de una vez con la tiranía y la brutalidad de los aztecas de la mano de Hernán Cortés y completar en medio siglo una evolución exprés desde la Edad de Piedra a la Edad Moderna. “Hay una enorme transformación social y cultural. Ese honor se lo debemos a España”, añade y recuerda que “no hacíamos colonias, sino provincias”. “Si el primer signo de civilización es fundar ciudades, fundamos 1.000 y 154 universidades”, afirma Maeso. Y enumera, igualmente, la imprenta, el teatro o la publicación de los primeros periódicos en México como aportaciones del Imperio.

Aunque la más importante, sin duda, “es el mestizaje”. Una muestra de este afán es que los colonos daban su apellido a los hijos nacidos de relaciones entre razas. “Un español podía casarse con una indígena desde 1514”, recuerda. En EEUU, el matrimonio interracial solo fue legal desde 1967.

La promulgación de las Leyes de Indias, impulsadas por el dominico Francisco de Vitoria, consagra los derechos de la población local, “todo un monumento a la urbanidad”, en palabras de García Ponce, y que contrasta con aquello que afirmó el comandante Custer de que “el único indio bueno es el indio muerto”.

Estas relaciones permitieron que, avanzado el tiempo, en las Cortes de Cádiz se contaran hasta 67 representantes hispanoamericanos. “El último presidente fue el diputado por Ultramar Antonio Joaquín Pérez, de Puebla de los Ángeles, Virreinato de Nueva España, actual México”, recuerda.

“El Imperio fue doloroso”, no obstante, admite Maeso, pero no de una forma cruenta. No hubo más violencia que la que se daba en Europa. La viruela, portada por un mulato en uno de los viajes, provocó una pandemia con millones de víctimas. Gestos como el de Juan J. Marcilla de Teruel-Moctezuma, que participa con el epílogo de Cuando éramos invencibles, de Jesús Ángel Rojo Pinilla, desmienten la Leyenda Negra, que mantiene que Hernán Cortés acabó con toda la descendencia del tlatoani, una suerte de emperador, azteca.

“Hernán Cortés desembarco en Nueva España con 250 hombres en un continente poblado por más de diez millones de indígenas”, relata el autor de Comanche. Hoy son más de 100 millones. “No hubo genocidio”, insiste. “Ni fuimos esclavistas”. El Imperio precisó de braceros para Cuba, por la falta de mano de obra y, precisamente, por su inmunidad contra la viruela, “pero no tenemos esa lacra”. Era monopolio anglosajón y portugués. Los padres fundadores de EEUU, entre ellos George Washington o Thomas Jefferson tenían esclavos.

El respeto hacia Hispanoamérica por parte de España es tal que las calles están pobladas de referencias a los libertadores de América. En Cádiz están presentes Simón Bolívar y José Martí, pese a que en toda la provincia, que albergó la Casa de Contratación en el siglo XVIII, apenas hay vestigios de Colón y su legado.

Sin embargo, García Ponce asegura que no es necesario porque, más allá del detalle de las estatuas, la lengua es el elemento de lazo social e identitario más valioso entre ambos mundos, perdurable hasta hoy y necesario para comprender la relación indisoluble entre ambos mundos. “No dimos grandes pensadores ni grandes científicos en la modernidad”, admite, pero tenemos a un puñado de héroes que “llevaron a cabo las más grandes gestas” de la Humanidad como Colón y Hernán Cortes, pero también Juan de Oñate, Fray Junípero Sierra o Álvar Núñez Cabeza de Vaca, entre otros.

“Teresa Rodríguez haría bien en acudir a los libros de Historia”, aconseja Maeso, porque “si conociera el pasado glorioso de España, amaría a su patria”.

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