Quieren ser visibles y quieren tener la oportunidad de demostrar que son útiles. Los enfermos mentales crónicos, en San Fernando y en cualquier parte del mundo, pueden trabajar como los demás, vivir como los demás, reír como los demás y llorar como los demás.
Pero hay que hacerlo saber. Y ahí es donde radica el problema. Se enfrentan a la estigmatización de años de historia de manicomios y en pleno siglo XXI encuentran a personas que piensan como se pensaba hace un siglo.
Y eso duele. A los familiares y a los usuarios de asociaciones como la Asociación familiares y personas con enfermedades mentales (Afemen) que luchan por un mundo en el que tengan cabida quienes en un trabajo no sólo no son problemáticos, sino que tienen un aliciente por demostrar lo buenos que son. ¿Hay muchos trabajadores así?
Encarnación Pacheco Lavilla es la responsable de Afemen en San Fernando, una ciudad donde están censadas un millar de personas con problemas mentales crónicos. Es un colectivo fuerte, unido, aunque siempre falta de ese ungüento que hace milagros.
Es un colectivo responsable que conoce desde dentro la situación de los usuarios de los servicios que prestan y de los familiares. De ahí que sean los más indicados para hacer llegar a la gente un mensaje fidedigno de cuál es la situación y cuáles las soluciones.
Una persona con una enfermedad mental crónica, en estos tiempos, está sujeta a un control exhaustivo para mantener el equilibrio emocional necesario que la equipare a una persona sin enfermedad.
Pero para eso necesita lo que tienen las personas con enfermedad. O sea, confianza, trabajo, respeto de sí mismo y por los demás, sentirse útil; ser normal.
Ninguna persona con una enfermedad mental crónica dejaría de tomar su medicación poniendo en riesgo todo lo ganado. Algunos incluso están desarrollando un trabajo sin que la propia empresa sepa que padece enfermedad alguna. Tales la diferencia. Ninguna.
Sin embargo, ese equilibrio personal que tanto cuesta encontrar se pierde cuando es la sociedad la que rechaza la evidencia; lo conseguido a base de terapia, de esfuerzo de todo el colectivo, se rompe como el cristal cuando sienten el rechazo de los demás, cuando no los dejan ser como los demás. De todo a la nada con sólo una palabra, un gesto de desprecio. De indiferencia.
La fragilidad de la roca
Afemen es una asociación formada por familiares, allegados, personas con enfermedad mental, monitores y voluntarios. Trabaja de manera coordinada con los profesionales de Salud Mental del Servicio Andaluz de Salud y de Faisem, entre otras instituciones.
Su trabajo consiste en preparar a sus usuarios para dar el gran salto a la ‘vida normal’ a través de talleres de todo tipo y obviamente, a través de talleres profesionales que los capacite para el mercado laboral.
Siempre ha sido una frase de uso común en las asociaciones de autoayuda, esas entidades que llegan a donde no llegan las Administraciones, que quién cuida al cuidador.
Pues también posibilitan el descanso de los familiares a través de esas actividades que organizan, con monitores formados específicamente para desarrollar una labor compleja que precisa de lo más preciado que tiene el voluntariado: vocación de servicio.
“Trabajamos para lograr la aceptación social de nuestro colectivo. Para ello comparecemos en los medios de comunicación, jornadas, exposiciones, encuentros, campañas de sensibilización...” Todo ello para preparar el camino definitivo.
Porque un joven con esquizofrenia, por poner un ejemplo, no puede vivir sólo en el mundo que ha creado Afemen. Allí ya viven. Y como cualquier otro aspira a la autosuficiencia, a la realización por el trabajo.
La Junta de Andalucía, como Administración, ofrece un 1 por ciento de plazas para personas con problemas mentales crónicos, pero es una Administración.
El gran objetivo es el mercado laboral, el de la empresa privada, convencer al empleador de que con ese trabajador no va a existir más absentismo laboral que con otro, sino todo lo contrario...
En eso están. En eso trabajan. Pero todo un mundo de esfuerzo se paraliza cuando alguien, al explicarle lo que le hace Afemen, responde sin piedad: - “¿Eso qué es, lo de los locos? Los locos tienen que estar en el manicomio”.