A nadie se le escapa que estamos viviendo uno de los momentos más difíciles en la historia reciente, no ya de nuestro país, sino de todo el universo. Estamos viendo cómo esta maldita pandemia es capaz de destruir el empleo sobradamente, cómo condena a la quiebra a multitud de negocios y empresas, cómo consigue deteriorar la calidad del sistema sanitario, cómo consigue sobradamente saturar los hospitales…, y todo ello lo hace de una manera lenta, paulatina, poco a poco, para que nos demos cuenta de que es algo que se nos está escapando día a día y que no conseguimos atajar, pues ciertamente a día de hoy aún no hemos conseguido encontrar la clave para cambiar de forma radical esa tendencia.
El Gobierno (estatal), o los Gobiernos (autonómicos) -uno no sabe muy bien quién es o debería ser el competente-, tratan de poner freno a esta nefasta escalada dictando normas o imponiendo medidas que vemos a todas luces insuficientes, pues no consiguen,ya no tanto doblegar la curva de contagios, sino evitar el crecimiento de los mismos. Pero, en definitiva, estas medidas son las que son y todos tenemos que cumplirlas, estemos de acuerdo o no con ellas.
Y dentro de estas medidas, llamo especialmente la atención al confinamiento domiciliario de todos aquellos que han tenido contacto estrecho con alguien que ha resultado positivo tras efectuarle el test llamado PCR. En ese momento, esta persona no sabe si está contagiada o no. Y a todos nos cuesta cumplirla pues representa, nada más y nada menos, que la restricción de uno de los derechos fundamentales de la persona.
El confinamiento en estos casos resulta fundamental, ya que, si no se hace, el contagio se dispara de manera exponencial. Pensemos en alguien que utiliza el transporte público para ir al trabajo, que cuando llega al trabajo se reúne con muchas personas, que luego sale a almorzar con amigos de otros trabajos, que posteriormente va al gimnasio y se relaciona con otras personas, y que por último vuelve a casa utilizando el transporte colectivo. Si en cada uno de esos momentos o reuniones contagiara a una persona (que pueden ser varias), esa persona contagiada, sin saberlo, podría contagiar de nuevo a una o varias y éstas, a su vez, a más y más. Y todo ello en plazos muy cortos de tiempo y sin que nadie supiera que están contagiadas. No habría forma de parar esto. Hay que ser responsables y poner cada uno de nosotros lo que esté a nuestro alcance.
Por eso no puedo explicarme, no puedo entender, que haya personas que sean capaces de mantener manifestaciones porque se hacen los exámenes universitarios sin medidas higiénicas suficientes de forma presencias en la facultad y acto seguido, los mismos, se van a hacer un botellón o a tomar cervezas sin guardar las más mínimas medidas higiénico-sanitarias. Y no hablemos de los llamados “negacionistas”, que rechazan directamente la existencia del Covid, o que niegan su gravedad. Seamos responsables por el bien de todos, que lo que haga uno repercute en los demás, y ESTO NO ES UNA BROMA.