Parece que ahora se quiere abrir la mano y autorizar que todas las playas sean nudistas. Quiere decir que el personal puede ya tirar la toalla y exponer a los cuatro vientos aquellas partes del cuerpo que, no se sabe por qué, dan mucha vergüenza mostrar en público.
Como los locos somos grandes aficionados a la lectura, hemos rastreado situaciones sexuales que nos dejaron los libros y que han pasado a la historia de la humanidad dejándola tocada del ala para los restos. Es el caso del sexo. El primer libro de la Biblia, el Génesis, ya prepara nuestras mentes para el eterno comecocos. Para empezar dice: Y aunque Adán y su mujer andaban desnudos, no se avergonzaban de andar así. (Génesis 2.25). Y más adelante, cuando ya se habían comido la manzana a medias, se lee: Y fueron abiertos los ojos de ambos, y supieron que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales. (Génesis 3.7). ¿Cómo se les queda el cuerpo? ¿Vamos a la playa en pelotas o nos ponemos delantales? ¿Tenemos que avergonzarnos de llevar incorporados los formidables instrumentos que la madre naturaleza nos ha concedido? A mucha gente el tema les resulta muy delicado y les parece feo enseñar algunos órganos en particular. Sin embargo, a nadie le resulta molesto observar algunas caritas que se ven por ahí o algunos cuerpos, que parecen tan alejados de la belleza y tan cercanos a la fealdad. ¿Por qué esa discriminación entre un pene por ejemplo y una mano? ¿Por qué esa falta de razón entre una mata de pelo y un cabello ensortijado? Solamente se entiende si el coco lo tenemos bien comido por la historia. Hoy, por ejemplo, tal día como ayer, hace 450 años que Fray Luis de León (1521 – 1591) fue metido en chirola por haber traducido al latín el Cantar de los Cantares, que es otro libro de la Biblia que toca el sexo de refilón. Si el fraile se llega a meter en el tema en profundidad, la Inquisición le mete la perpetua no revisable.
También ayer se celebró el Día Mundial del Teatro. Y, mientras que el Teatro de las Cortes anda cortito de representaciones, brillan para la historia obras como Don Juan Tenorio, La Celestina, Romeo y Julieta…, cuyo eje central es el eterno sexo. ¡Qué obsesión con el sexo! Y para colmo, esos que se pasan el día dándose golpes de pecho, rezan con toda la frialdad del mundo un Padrenuestro lleno de sorpresas. En esa oración no podía faltar el asunto del sexo, cuando se pide que no nos dejes caer en la tentación. Siempre que hay tentación, hay sexo seguro. Todo tiene su evolución, y al igual que hace poco enseñar unas tetas era motivo para quemarse en el infierno para toda la eternidad, el siguiente paso es pasearse en pelotas sin que esto signifique el fin del mundo, aunque sí el principio del fin del comecocos.
Y sin embargo los locos creemos que hay cosas mucho más importantes que el sexo, como por ejemplo el pan. Los que se escandalizan y se echan las manos a la cabeza por ver a la luz aquellos órganos que tanto placer proporcionan a nuestras vidas y que además son imprescindibles para la reproducción de nuestra especie, más vale que se escandalizaran por la subida de la barra de pan desde 50 céntimos hace muy poco a 75 sin anestesia. Y encima, en ese mismo Padrenuestro se le pone a Dios en un difícil compromiso pidiéndole que nos dé el pan nuestro de cada día. Hay mucho loco suelto.