Prefiero esta denominación a la más usada de píldora del día después, por cuanto que se consume tras el acto sexual, al cabo de pocas horas, un día o a veces incluso más tarde. Me he referido a ella tangencialmente, pero hoy quiero hacerlo en exclusiva, a raíz de las disquisiciones surgidas en torno a su inocuidad.
Se trata de un fármaco estrogénico (de acción similar a una de las dos hormonas femeninas), que genéricamente se conoce como levonorgestrel. Se aplica en dosis elevadas, de 1500 mg en una sola o en dos tomas. Su finalidad estriba en prevenir la gestación indeseada, y se califica como anticonceptivo de emergencia, en contraste con los ovulistáticos o anticonceptivos planificados que se deben consumir sistemáticamente a lo largo de la mayor parte del ciclo ovárico. Su eficacia como anticonceptivo es elevada, a condición de utilizarlo con precocidad: dentro del primer día posterior al coito previene el embarazo hasta en un 95% de los casos, bajando luego al 85% y 58% en los días 2º y 3º. Su mecanismo de acción estriba principalmente en suprimir la ovulación y con ello la conjugación de los gametos masculino y femenino. Pero si ésta ya se ha producido, existe aún otro mecanismo de infertilidad: se interfiere la anidación del cigoto recién formado en la mucosa uterina. En esta tesitura, levonorgestrel se comporta como una medicación abortiva.
Es tal circunstancia la que ha concitado las más justas críticas, a cuenta de quienes se posicionan a favor de la vida del embrión humano por encima o más allá de cualquier otra consideración. Pero no es la única: la falsa seguridad que su empleo procura y la exclusión del preservativo aumenta claramente la tasa de enfermedades de transmisión sexual, desde la sífilis y gonorrea hasta el SIDA, que tiene en las relaciones heterosexuales hoy día su principal vía de transmisión. La píldora postcoital, por decisión del Ministerio de Sanidad, ha pasado a dispensarse sin receta médica, a fin de hacerla más asequible a las jóvenes consumidoras. El resultado ha sido un incremento de su venta al triple y un uso iterativo del estrógeno susceptible de causar efectos indeseables, tales como trastornos digestivos (náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal), alteraciones menstruales, dolor mamario, cefalea o problemas cutáneos (urticaria, edema facial). Se le ha acusado de facilitar el embarazo ectópico (extrauterino). Ahora se ha planteado la posibilidad de tromboembolismo (promoción de coágulos venosos capaces de ocasionar embolia pulmonar) nada descabellada si se reitera su empleo y se tiene el hábito de fumar. Trinidad Jiménez ha salido a la palestra para defender su inocuidad, diciendo que "se trata sólo de riesgos potenciales". Pero entre potencia y presencia hay sólo un paso por recorrer. Y ese riesgo debe ser asumido por un médico. Levonorgestrel no es una vitamina o un ginseng, y no debería expenderse sin receta médica.
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