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Abrir las puertas al diálogo

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los cristianos españoles nos hemos contagiado de cierto pesimismo afirmando que vivimos tiempos difíciles. Hay quiénes dicen que existe un abismo entre la jerarquía de la Iglesia y la comunidad cristiana. Otros afirman que se da cierta persecución laicista contra los valores cristianos arraigados en muchos ciudadanos.
En el momento actual, conviene recordar que el cristianismo tuvo problemas en su origen y en su pasado, tiene en el presente  y tendrá en el futuro. En sus orígenes, nace dentro de una sociedad muy plural en culturas y creencias. Los primeros cristianos  tenían muy claro que sus valores eran diametralmente distintos a lo que las leyes romanas ordenaban.


Desde el principio, el cristianismo tuvo dificultades porque existía una gran línea divisoria entre su ética y el derecho romano. Sin embargo,  tenían que plantearse cómo hacer para convivir en sociedad y al mismo tiempo ser fieles al mensaje de Jesús. Ese mensaje había que plasmarlo de una manera sencilla siendo sal, luz, levadura, para ir generando un sistema ético diferente a la corriente del pensamiento predominante del Imperio.
Los cristianos adoptaron, por una parte, una actitud de oposición con su vida y la palabra a todo lo no conforme con el mensaje de Jesús, y por otra había que contagiar a la sociedad con verdades cristianas. Estas  visiones dieron origen a dos concepciones, una necesidad de arroparse y defenderse y otra de apoyar el carácter universal del Mensaje de Jesús. Hoy se puede tener la misma problemática, defensa de valores y expansión de esos valores.

A partir del Edicto de Milán, el cristianismo pasa a ser una religión  con apoyo del poder político. Empieza la tentación de querer utilizar este poder para extender el mensaje aunque fuese a costa de la intolerancia. Se introduce la conversión en masa y el poder político vio en el cristianismo un elemento propicio para la unidad sociopolítica. Esta tentación se ha continuado a través de los siglos.

El “status” de apoyo oficial supuso un cambio en la comunidad cristiana. Implicó reacciones en la Iglesia, buscando volver a la autenticidad del Mensaje de Jesús. Surgirá el “monaquismo” como expresión de la voluntad de retornar a la radicalidad evangélica, apartarse del mundo. A través de la Historia se han ido sucediendo acercamientos al poder político y reacciones de movimientos de reformas que se oponían a esos maridajes con lo político.
La alianza con el poder político siempre ha comportado una pérdida de radicalidad evangélica y de capacidad de poder utilizar la denuncia profética. Se sacrificaron entonces y ahora muchos valores por su carácter utópico: la fraternidad, el valor radical de la vida humana, la igualdad...

Se introducen interpretaciones interesadas a principios fundamentales como por ejemplo “no matar”, de fácil sentido literal. Tuvo que ser interpretado de manera que pudiese legitimar el matar en algunos casos, cuando  la sociedad considerara otros valores más importantes. Así, la autoridad legítima podía matar al malhechor, al  hereje, o a aquel que amenazara su poder.

Actualmente, los estados democráticos suelen respetar las diferentes religiones siempre que no atenten contra derechos fundamentales de sus constituciones. Las iglesias cristianas, en Latinoamérica, gozan de notable influencia en el campo social y político.

En los países islámicos, el cristianismo queda reducido al ámbito privado y con prohibición de proselitismo. En China, el Estado ha creado su propia Iglesia Oficial. En Europa, el cristianismo ya va siendo minoría dentro de una sociedad plural. Esto requiere una adaptación por parte de la Iglesia y de esa sociedad plural. La Iglesia tiene que abrir sus  puertas al diálogo valiente ante los ataques adversarios.

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