Llevamos dos semanas de difícil digestión para el Gobierno andaluz de Juan Manuel Moreno, por mucho que el Barómetro del Centra siga dibujando un presidente surfeando olas de popularidad y un desgaste casi imperceptible en su holgada mayoría absoluta. Se le acumulan las malas noticias y la contestación en la calle, en el Parlamento y en la propia Intervención de la Junta de Andalucía. En apenas 7 días la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza, Intermón Oxfam y Caritas han alertado del aumento de personas y familias pobres (un 37% de los andaluces es pobre), del incremento de trabajadores pobres (un 19,6%, la tasa más alta del país) y un 7% más de personas sin hogar (4.800 andaluces que duermen al raso).
A estas estadísticas demoledoras hay que sumar miles de personas en las calles contra la gestión sanitaria y del derecho de la Dependencia por parte de la Junta. La bola de los contratos menores y de emergencia sanitarios creciendo a cada día que pasa sin que San Telmo ofrezca una respuesta convincente al incumplimiento de las leyes de contratación, y la justicia investigando centenares de millones de euros adjudicados de manera exprés cuando ya no les amparaba el paraguas legal y moral de la Covid.
Todo esto, que ha ocurrido en apenas unos 15 días, haría tambalear a cualquier gobierno, pero no ocurrirá así -salvo que intervenga la Fiscalía Anticorrupción, que ya serían palabras mayores- porque el presidente Moreno tiene la gran suerte de tener como principal grupo de la oposición al PSOE andaluz actual. Un Partido Socialista menos autónomo que nunca de Ferraz, entre otras cosas porque su secretario general Juan Espadas es el que defiende el relato del Gobierno central y del PSOE federal como portavoz socialista en el Senado. Un PSOE andaluz desinflado en los sondeos y ahora con unos críticos que han despertado y que ya no van a parar hasta ver consumado el cambio -así sucedió exactamente con la chispa que precipitó las primarias que ganó Espadas y dejó a Susana Díaz el camino expedito para triunfar como tertuliana de televisión-. Con todo, que nadie se confunda porque la suerte de Moreno no es Espadas, o únicamente Espadas.
La suerte de Moreno, insisto, es el PSOE andaluz con su dirección y con sus críticos que lejos de ayudar a la hercúlea labor de oposición del secretario general lo vinculan con un ex dirigente investigado por corrupción y proclaman un cambio necesario sin esperar a que llegue el Congreso Regional en el que podrán dirimirse las fuerzas para que la militancia decida.
