Imposible creerlo si no se ha visto y sufrido. En el Pleno del Ayuntamiento de Sevilla del pasado 21 de noviembre, la Sra. Concejala del PP, -igual sería criticable de haberlo dicho cualquier otra u otros, pero lo soltó ella, pedía acertadamente no se insulte a otro u otros concejales, muy justo y oportuno para auto aplicárselo, porque mientras lo decía reiteraba el insulto a quienes no votaban con ella.
Menos mal, consuelan los momentos en que la hilaridad debe guardarse porque el público no tiene derecho a intervenir. Más o menos igual que fuera de la Casa Grande. ¿Para qué quiere opinar la plebe? “-
Que nos dejen a quienes sabemos de esto, que por algo estamos aquí”.
Debemos callar y tragar sapos porque también se tambalea el derecho a resaltar el ridículo. Si no fuera por el descubrimiento… menos mal que los señores concejales, algunos más, tienen tan extraordinaria capacidad dialéctica y ”licencia de corso” para dar lecciones a la RAE. Pero al menos hemos sabido algo que es muy sano conocer: denunciar que puede haber más danas, que nos estamos librando, por fortuna, pero en cualquier momento nos puede dar el susto. Y en especial que si no morimos ahogados o golpeados contra una esquina por la fuerza de la ola, podemos morir de calor de aquí a poco, es “fanatismo”.
Total, en resumen: avisar, denunciar y pedir toda la reversión posible para frenar el cambio, tiene un nombre; al menos así lo han nominado los de Abascal, se llama “
fanatismo climático”. Está visto, el negacionismo se defiende, no rectifica, sigue siendo ciego voluntario y aunque encuentren bajo la cama los restos de la Antártida hecha cubitos, seguirán diciendo que lo del cambio climático, ya no es de cuatro locos, ni “
un invento de la izquierda que es muy imaginativa y nos quiere asustar”. Gente tan formal no podía hacer menos y lo han nominado “fanatismo climático”. Así que a partir de ahora mantengámonos satisfechos de ser “fanáticos medioambientales”.