Ayer, haciendo mi recorrido habitual por la playa del Carmen, cruzando las obras que ha retranqueado unos metros el espigón del paseo marítimo, no sé para qué, porque lo que es de la mar, la mar se lo queda; visualizando la podredumbre de un río cada vez más cegado, delgado y maloliente, cuyas desorilladas orillas, a los que como yo, tuvimos la lejana visión de contemplar tanta grandeza, desarrollo, trabajo, alegría, estraperlo, olor a pescado y pan calentito.
Una vez más, los viejos recuerdos se clavaron en mis entrañas como puya en mi garganta, negándome a aceptar lo mal que se hizo, hicieron y hacemos, y recordé la obra de López de Vega “Quien mató al comendador”. Solo que, al contrario de aquellos hechos que tan malvado Comendador infringiera a los habitantes de Fuenteovejuna, aquí la historia sería al revés: “por qué se mató a este pueblo”. Para la explicación de este fratricidio, haría falta más que un López, un Quevedo o un Cervantes, acompañados de: exportadores, patrones, marineros, industriales, compradores, exportadores, mandatarios y políticos de bolsillos anchos y manos ligeras.
Ante la panorámica visión, me animó un poco la vieja lonja, que rodeada de vallas parece estar más vieja que antes. Y me sorprendió el derribo de las 'casas de los almadraberos', junto a la tambaleante esquina donde estaba el 'economato de la almadraba', frente al antiguo Bar de 'Joselito Ponce', donde gracias a Presentación Gandiaga, barbateña comprometida con todas las actividades de este pueblo, nos prestó su colaboración para que la comparsa Jinetes de la Pampa allí ensayara.
Recordaba aquella esquina, de cuando iba con mi amigo José Varo y su tía Carmelita, a recoger la 'telera de pan', azúcar y otros víveres que Pedro Avellán Dávila, encargado de aquel economato, le entregaba, al ser hija de un almadrabero barbateño (José Varo Oliva), patrón de vaporcito “Las Torres” y padre de Juan La Pava. No sabría decir la fórmula de cobro o recaudación de aquellas dependencias exclusivas para los almadraberos, que vivían en las casas de la chanca (parte de las que habían derribado), el Real y almadraberos de Barbate. Lo que sí sé. qué disponía de este servicio, al igual que el de la asistencia de un 'Practicante' como consultorio particular para almadraberos y familias.
Estas individuales y pequeñas viviendas eran ocupadas por familias de almadraberos que llegaban de Isla, Cristina, Lepe, Ayamonte, Cartaya y otros pueblos de Huelva, para trabajar las temporadas. Familias que pasaban con nosotros seis meses, contribuyendo en las actividades del pueblo. Por Semana Santa, creaban cuadrillas cargadores para sacar los pasos; en las ferias y fiestas vendían cangrejos y camarones, participaban en todos los eventos, e incluso nos dejaron el legado de Juan y Juana, que hoy día aun celebramos. En la Iglesia había una imagen de la Virgen de la Bella, patrona de Ayamonte y fueron mucha familias los que eligieron nuestro pueblo como residencia.
Qué bonito sería que lo mismo que en Conil, Sancti Petri, Isla Cristina…, las chancas las convirtieron en salas culturales o museos para uso y disfrute de sus habitantes, se reconstruyera este sagrado legado en conmemoración a esas familias que durante seis meses eran tan barbateños como nosotros. Otra cosa sería convertirlas en pisos o apartamentos. Para seguir negándole una vez más nuestra historia a futuras generaciones.