Que tomen nota. Los resultados de las elecciones europeas deberían ser un revulsivo para todos.
Que tomen nota. Los resultados de las elecciones europeas deberían ser un revulsivo para todos. De una parte, cada partido debe hacer un análisis serio, riguroso, de por qué ha sucedido lo que ha pasado y qué responsabilidad tienen cada uno por haber hecho una de las peores y más prescindibles campañas de la breve historia democrática de España. Y todos los ciudadanos deberíamos pensar por qué hemos mostrado tan poco interés por una Europa que es nuestro futuro.
Tampoco soy muy optimista acerca de la capacidad de los políticos para reconocer que se han equivocado planteando en clave nacional, partidista, unas elecciones europeas. Ya verán ustedes como todos han ganado esta batalla, cuando la realidad es que la estamos perdiendo... todos. En esta huida permanente de la realidad a la que nos están acostumbrando nuestros políticos y de la que se contagia casi toda la sociedad de vez en cuando hay un soplo de aire fresco y un racimo de permanentes demagogias.
El soplo de aire fresco lo protagoniza Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, que va a preguntar a las 330.000 familias afectadas, le hayan votado o no, si quieren que sus hijos reciban enseñanza en castellano o en gallego. Si los demás presidentes nacionales o autonómicos hicieran eso con mayor frecuencia y luego respetaran su decisión, mejor nos iría a todos.
Las demagogias están a la orden del día. La última es la de quien ha celebrado un bautizo civil oficiado por un concejal. No es nuevo.
No es rechazable que alguien quiera celebrar el nacimiento de un niño o despedir a un ser querido como se merece. Pero, ¿por qué usar símbolos religiosos cuando se defiende la laicidad? Al igual que se ha hecho con el matrimonio homosexual, ahora toca con los bautizos. No hay bautizos civiles, como no puede haber sacramentos o extremaunciones civiles.
Pervertir el lenguaje y disfrazar la realidad puede ayudar a la ceremonia de la confusión, pero no modifica la esencia de las cosas. Salvo que estemos dispuestos a legalizar el disparate de que todo es como le parece a cada uno. Es posible que muchos, como hacen cada día los políticos, prefieran engañarse y engañarnos antes que afrontar la realidad. Pero los disfraces, sean civiles o mediopensionistas, son simplemente disfraces, apariencias falsas de la realidad.