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Afganistán

El debate sobre la conveniencia o no de mantener tropas en Afganistán vuelve a estar sobre la mesa...

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El debate sobre la conveniencia o no de mantener tropas en Afganistán vuelve a estar sobre la mesa. Sale a colación cada vez que se produce la muerte de algún soldado español allá y eso es lo que acaba de suceder. No voy a ser yo el que se posicione a favor de seguir con la acción militar en ese rincón del mundo ni tampoco exactamente en contra. Huyo tanto de aquéllos a quienes se les llena la boca pidiendo su retirada, al tiempo que incluso se arrogan la representación de la mayoría de los ciudadanos, cual si fueran los únicos exponentes del pacifismo nacional,  como de ésos otros que defienden la intervención en la tierra de los talibanes sin poder evitar caer en la tentación de compararla con la que provocó el conflicto de Irak, y no por arrojar luz a la discusión sino por malicia y como para justificar que la decisión de invadir el estado iraquí fue más que acertada. Las tropas españolas están en Afganistán con la venia de Naciones Unidas y participando en una misión de la Otan, mientras que el ataque al régimen de Saddam obedeció a una determinación no ya del gobierno del PP, sino de Aznar en persona, y contra la opinión de algunos de los integrantes de su gabinete, en su empeño por no disgustar a su amigo el presidente de los EEUU y de paso ver si de ese modo se podía sacar tajada, como entrar, por fin, en el G-8, lo que no se logró ni por ésas. Yo pienso que la cuestión radica no en si España debe o no estar en ese otro extremo de Asia, sino en si la misión debe continuar o no continuar en ese país y en los términos en los que está definida. No se me escapa que para algunos, los maximalistas, léase simplistas, una y otra cosa son la misma leche, pero no es así. Mi opinión es que en ese lugar perdido del planeta ha instalado su nido una parte del radicalismo islamista más peligroso y deleznable, lo que parece contrastado, y luego queda lo de pillar al hijo puta ése de Ben Laden. Creo, por tanto, que no está de más contribuir donde sea menester a combatir ese terrorrismo jihadista del que somos objetivo preferente. Contenerlo al menos, en tanto se implementan otras medidas que supongan, ahora que ya se ha confirmado el próximo relevo en la administración norteamericana, sustituir estrategias como la guerra preventiva, el enfrentamiento entre civilizaciones y la explotación económica ilimitada de los recursos, por el diálogo, la cooperación y la lucha contra el cambio climático.

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