Halloween es una celebración festiva y alegre asociada a disfraces, fiesta, dulces y niños, pero su origen es una antiquísima fiesta pagana. En ella los celtas asociaban los espíritus al principio del invierno, practicando ritos nocturnos purificadores y religiosos, acompañados de sacrificios en honor Samhain, señor de la muerte.
La asociación de esta fiesta con muertos y almas en pena, hizo que la iglesia católica la transformase en el Día de Todos los Santos y los Difuntos. A mediados del siglo XIX llegó a Norteamérica con los inmigrantes irlandeses católicos (en inglés Víspera del Día de Todos los Santos es “All Hallows Eve”).
En la noche de Halloween muchos niños disfrazados van de puerta en puerta gritando “truco o trato”, dando a entender que gastarán una broma a quien no les dé golosinas. Esta costumbre popularizada desde 1930, se habría originado en el siglo IX, cuando los cristianos iban de pueblo en pueblo el Día de los Difuntos pidiendo “tortas de alma” o “pasteles de difuntos” (trozos de pan con pasas) a cambio de rezar oraciones para que el alma de los parientes muertos ingresase al cielo.
En cuanto a la calabaza hueca, viene de la leyenda irlandesa de Jack, que tras morir no pudo entrar al cielo por pecador, ni al infierno por haber engañado al diablo, el cual le entrega una brasa en una cubeta para iluminar su camino hasta el Juicio Final.
Para mantener alejados espíritus malignos los irlandeses utilizaban nabos para fabricar estos faroles, pero en Estados Unidos utilizaron calabazas.
El Día de los Difuntos ha sido tradicionalmente una celebración exclusivamente religiosa e íntima, sin detalles lúdicos, en recuerdo de los seres queridos que han muerto.
Pero vivimos en un mundo globalizado donde existen países que mezclan paganismo y cristianismo para dar a la fecha un carácter más festivo y cargado de contenido ritual. Satanizar Halloween, diciendo que los niños que salen disfrazados a pedir dulces, y los padres que lo permiten, están siendo manipulados por intereses que pretenden perjudicar las costumbres cristianas, está fuera de lugar.
Aunque no sea una tradición de nuestra tierra, lo cierto es que Halloween es una fiesta folclórica sin connotaciones religiosas, expandida por el mundo por interés comercial, una noche de “terrorífica diversión” que millones de niños (y adultos) celebran en familia, o saliendo a la calle disfrazados para pedir chucherías. Considero que criticar cómo muchos celebran el Día de “Todos” los Difuntos, no nos ayudará a educar a las nuevas generaciones para que muestren mayor cariño y respeto hacia los “suyos”.