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Me queda la palabra

Terrorismo Machista

Todo lo que haga falta porque hay que acabar ya con esta plaga que es inequívocamente endémica.En nuestras manos está.

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No hacemos más que repetir como un mantra al que nos acostumbramos que esto no puede seguir así. Tres muertes más este fin de semana nos llenan de vergüenza, de dolor y de indignación. Pero… todo sigue igual. No basta con lamentarnos el terrorismo machista deja continuamente víctimas por el camino y desde la sociedad es imprescindible ofrecer respuesta. Todo el mundo es consciente de que en un problema tan complejo no se vislumbra solución fácil pero algo habrá que hacer.
Lo que desde aquí se va a plantear no pretende ser en absoluto una receta que aplicar pues la enfermedad es muy grave y hay que incidir con todos los aportes que consideremos. Lo que no cabe es continuar esperando que el drama se repita, pues sin duda alguna se repetirá y demasiado a menudo.
Una sociedad que se responsabilice de serlo tiene que aportar ideas que sirvan para protegerse y con ello ofrecer algo más de la pequeña parcela de felicidad que nos corresponde. Deberíamos ponernos de acuerdo en definir la lacra de la violencia machista asesina y calificarla como terrorismo para   actuar en este caso como en el resto de delitos con este nombre. La actuación de la justicia debe ser enérgica y tremendamente rigurosa aplicando a estas conductas criminales las penas más duras que contemple la legislación vigente. No se olvida que a muchos de estos indeseables repugnantes sería imposible juzgarlos ya que suelen escapar en la fácil salida del suicidio; pero para quienes no, lo dicho.
La acción de la justicia no es la única vía, ni exime en absoluto que sean otras muchas las medidas a emplear para proteger a las mujeres en riesgo, pero a nadie se va a engañar ni se van a poner paños calientes para ello. Si una línea se enfoca en la parte punitiva, más importante aún es la vía preventiva. Prevención es tomar medidas drásticas ante la primera denuncia comprobada; positivo es la pulsera electrónica, y si fuera necesario un chip subcutáneo; prevención, es abrir la posibilidad de que la denuncia pueda venir de cualquier persona que conozca la situación; prevención es limitar el derecho del maltratador a las visitas a sus descendientes, según estime la justicia; prevención es disponer de cuantos medios humanos y materiales sean necesarios para atender a las madres que sufren el maltrato; etc, etc.
Otra vía aún más eficaz, aunque sea  largo plazo, es la concienciación de la sociedad en que existe el problema, en que hay que colaborar para evitarlo y erradicarlo en lo posible. Concienciación tiene una traducción que toda la gente entiende: educación. Hablar de educación en este tema es trabajar la educación para la igualdad, elemento fundamental para cambiar esta mentalidad de la que deriva toda esta lacra. La mujer no es la esclava del hombre, ni está a su servicio, ni es menos que él; por lo tanto la educación tiene que actuar en base a que todas las personas tienen los mismos derechos y que los pequeños detalles que se pasan, se desconocen o no se dan importancia, son muchas veces micromachismos que perpetúan el problema; nada se debe dar por supuesto y la tarea es ardua y muy necesaria.
A nadie se le oculta que la educación es un proceso que no se limita a la escuela y que debe llegar a todos los ámbitos y a todas las personas; por ello quienes asumen la responsabilidad de gobernarnos deben arbitrar el empleo de cuantos medios de difusión precisen para que nadie se inhiba ante tan fundamental tarea.
Todo lo que haga falta porque hay que acabar ya con esta plaga que es inequívocamente endémica.
En nuestras manos está.

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