Palabra que creíamos desterrada ya de nuestro vocabulario del mundo avanzado, desde finales de la triste y dramática posguerra que sufrieron todos nuestros antepasados allá por los –en blanco y negro– años cuarenta y, sin embargo, va una conocidísima cadena de supermercados de procedencia francesa y se deja caer con un menú familiar (¡vaya con la tertulia familiar del otro día sobre si lo que les enumeraré a continuación es un menú o una lista de productos alimenticios, qué vehemencia, ni un Madrid-Barça!) por un euro al día por persona.
Aunque supongo que muchos habrán recibido el primero de estos menús familiares en sus casas, permítanme que se lo enumere: 1 traseros pollo aproximadamente 2 Kg (4,64 euros), 1 huevos “M” nº.1 x 12 (1,06 euros), 1 costilla troceada de cerdo aproximadamente 650 grs. (2,86 euros), 4 trucha aproximadamente 300 grs. Por pieza (4,00 euros), 1 bolsa de manzanas aproximadamente 2 Kg (1,86 euros), 1 patata sin lavar malla de 5 Kg (1,85 euros), 1 lechuga romana (0,69 euros), 1 tomate malla de 1 Kg (0,99 euros), 1 manojo de acelgas de 1 Kg (1,14 euros), 1 naranja de mesa de 1 Kg (1,15 euros), 1 yogur natural x 8 (0,79 euros), 1 macarrones 500 grs. (0,40 euros), 1 arroz red 1 Kg (0,69 euros), 1 pack atún claro 52 grs. X 3 (0,98 euros), 5 leche entera 1 litro (2,45 euros), 1 aceite girasol 1 litro (0,86 euros), 1 lentejas 500 grs. (0,59 euros), 1 salchichas (0,35 euros) y 1 pan de molde 600 grs. (0,35 euros): Total 28 euros.
Pues bien, la indicada relación de productos alimenticios –yo entiendo que esto propiamente dicho no es un menú– serviría para alimentar a una familia integrada por cuatro miembros: dos adultos y dos niños durante una semana. Y de verdad, que el artículo de hoy no pretende menoscabar la buena voluntad de dicha cadena de supermercados por contribuir a paliar los efectos de la crisis, sino hacer hincapié en los extremos en los que estamos cayendo. A diario nos enteramos por los medios de comunicación –de lo que no nos enteramos no podemos hablar– de cómo se emplean millones de euros en diversidades de dudoso interés general y, mientras surgen menús o listas de alimentos que difícilmente conformarán al menos tres comidas al día, ¿acaso estas lumbreras no han pensado –omitamos la merienda– que también se desayuna?
Lo siento, pero cuando recibí en casa la dichosa listita anteriormente reseñada me acordé de las historias que vivió y padeció mi abuela Aurelia en los tiempos del racionamiento, cuando tenía que alimentar a sus dos hijas a base de leche en polvo americana, chicoria y pan de maíz que entregaban, que entregaban racionados, después de aguardar en interminables colas otras tantas horas.
Me niego a que mi país y su entorno más cercano dé pasos, socialmente hablando, para atrás, en vez de contribuir a erradicar la pobreza del que llamamos Tercer Mundo. Y mientras, los que tienen en sus manos arreglar esto, a lo suyo: trajes de sastrerías de lujo, anchoas del Cantábrico, miradores de ballenas en la con Chinchina, etc., etc.