Estamos en un momento crucial para mejorar nuestra relación y trato con el medio ambiente, ya que hasta la fecha lo hemos dañado gravemente. No obstante, el mal aún no es irreversible y tenemos la solución en nuestras manos. En particular, los océanos y todos los seres vivos que habitan en ellos se han visto afectados por nuestras acciones, lo que ha repercutido negativamente en nuestra propia salud y bienestar.
Una de las principales fuentes de contaminación de los mares y océanos es el plástico. El plástico es un material altamente contaminante que tarda cientos de años en descomponerse. Los plásticos y microplásticos que ya inundan nuestros mares, en especial el Mediterráneo, son consumidos por el plancton, los peces, las aves marinas y un largo etc., entrando en la cadena alimenticia y afectando finalmente a los seres humanos. Su presencia causa, además, la muerte de miles de animales marinos.
Un porcentaje considerable de los plásticos proviene de la industria alimenticia. Numerosos estudios demuestran que los plásticos son un material nocivo para la salud. En particular, en contacto con una fuente de calor, liberan substancias con efectos en el sistema endocrino de las personas, pudiendo afectar al sistema reproductivo o incluso provocar cáncer. Cabe recordar que el derecho a la salud obliga al Estado a garantizar a los ciudadanas/os la posibilidad de poder disfrutar del mejor estado de salud posible.
Por su parte, la industria encuentra en el plástico un material barato y versátil, usándolo indiscriminadamente y sin responsabilizarse en ningún momento de la cantidad de residuos que generan ni las consecuencias a nivel de salud para las personas o daño al medio ambiente.
Es hora de que los poderes públicos tomen medidas para regular esta situación, así como de que los ciudadanos seamos consumidores más conscientes y responsables. Hay muchas cosas que podemos hacer en el día a día para contribuir a mejorar el planeta.
En mi caso, adquirir un modo de vida y consumo más consciente y responsable me ha acercado a una vida más plena y feliz. Quiero compartir mi experiencia, basada en dos filosofías de vida distintas y complementarias: zero waste y minimalismo.
Un modo de vida zero waste sería tratar de producir –a través del consumo- los menos residuos posibles, hasta el punto de que hay familias que solo producen un tarro pequeño de residuos al año. Personalmente aún no me acerco a esta meta, aunque sí he conseguido reducir en mucho la cantidad de basura que produzco.
Las cinco erres del zero waste en inglés son: refuse, reduce, reuse, recicle y rot -rechazar, reducir, reusar, reciclar y compostar-.
En primer lugar, debemos aprender a rechazar todos los objetos innecesarios como publicidad, regalos de marketing, etc. El siguiente escalón es reducir que, según mi criterio, es el más importante, y enlaza con los principios minimalistas. El minimalismo es un movimiento que está en auge y aspira a reducir todo a lo esencial: nos despojamos de elementos sobrantes, disminuyendo nuestras pertenencias físicas y necesidades al mínimo. Valoramos realmente lo que tenemos, dejando de movernos por impulsos consumistas, pensando lo que nos hace falta realmente, aprendiendo a vivir cada vez con menos y adquiriendo solo lo que realmente nos llene y nos aporte.
Para disminuir los residuos, además de consumir menos es conveniente hacerse con una serie de herramientas indispensables. Éstas serán: bolsas reusables de tela para hacer las compras y tarros de cristal para comprar a granel. Elegiremos aquellas frutas y verduras no embaladas –los mercados y comercios locales son una buena opción-, o por ejemplo llevaremos nuestro propio tupper de cristal a la carnicería o pescadería. Podemos también cambiar el cepillo de dientes de plástico por uno de bambú, y aprender a hacer algunos productos básicos de higiene y limpieza.
Siguiendo con las cinco erres del zero waste, ‘reuse’ consistiría en dar la máxima vida posible a tus cosas, consiguiendo así ahorrar recursos naturales. Como último eslabón encontramos el reciclaje y compostaje, a este punto idealmente llegaremos después de todos los anteriores, generando la mínima cantidad posible de residuos para reciclar, porque el reciclaje en sí es un proceso costoso y que por sí solo también consume recursos; por tanto, el reciclaje no debe ser la solución.
Para terminar, quiero creer en el cambio y repetir que podemos ser felices con menos. De hecho, creo que solo cuando tienes menos cosas y te deshaces de lo superfluo le das importancia a lo que realmente merece la pena: las personas, la salud, las experiencias compartidas y poder disfrutar de un medio ambiente limpio y seguro. Tenemos que ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos, y consumir de forma responsable es la mejor forma de cuidar el planeta, a nosotros mismos y a nuestros hijos.
Ana Garrido Escuín
Simpatizante de EQUO