Así reza un conocido dicho: no es infrecuente que los eventos negativos se aglomeren como si un hado infausto hubiera dado su toque de malignidad. Y eso ha ocurrido ahora en el panorama ibérico. Al '"Sábado negro" que comentábamos en un artículo anterior, subsigue ahora el "Viernes morado", en el que han seguido produciéndose noticias desfavorables, no por presumidas menos deprimentes, tanto de índole económica como deportiva.
En orden cronológico, debo referirme al informe del FMI (Fondo Monetario Internacional), que nos anuncia llegado el momento en que, como aurora que principia una mañana luminosa, la economía de los países desarrollados empieza a recuperarse, de manera que en el año próximo el Producto Interior Bruto (PIB) pasará al lado positivo, de crecimiento, en su casi totalidad, salvo en España. Aquí seguiremos en recesión, al menos por un año más, lo que en apariencia no intranquiliza al gobierno. Casi de modo inmediato, hemos conocido que 80.000 españoles más se han incorporado a la larga lista de parados. Concluyó la fugaz luna de miel del Plan E, y ahora nos aprestamos a seguir inflando este trágico colectivo.
El otro hecho desilusionante ha sido el fracaso de la candidatura de España para la organización de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2016. Porque de fracaso se trata, habida cuenta que este segundo intento había sido preparado minuciosamente, presentando una oferta realmente superior a la de los otros tres rivales, por supuesto Río de Janeiro, que -sobre un aún escaso bagaje de realizaciones- plantea serios problemas de seguridad ciudadana.
¿Qué ha ocurrido para que la propuesta española, generosa y concienzuda, haya sido desestimada? Ha habido un error cronológico, en el timing u oportunidad de presentar nuestra opción. Tras los Juegos Olímpicos adjudicados a Londres, era prácticamente seguro que la designación se desplazaría hacia otro continente, siendo lo más probable que Latinoamérica resultara beneficiada. Así lo entendió París que, tras ser finalista en 2012, ha preferido diferir sus aspiraciones hasta 2020.
El esfuerzo de España para ser organizadora de los Juegos ha sido muy considerable. Se han conseguido metas tan importantes como que, por una vez, los españoles y a la cabecera sus políticos se han mostrado unidos. Se ha movilizado el pueblo madrileño como sólo él sabe hacerlo. Se han construido instalaciones deportivas notables. Y los nombres de Madrid y de España han sido mirados con respeto y sana envidia. En la vertiente negativa, hay que anotar la desilusión general y el baldío empeño del alcalde Ruiz Gallardón, que ha jugado fuerte y ha perdido. ¿Se trata de un político amortizado? No lo creo, pero el tiempo lo dirá. Por ahora, el "tengo una corazonada" se ha convertido en "tengo una cabezonada"….
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