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El intermitente

“Da la casualidad que en estos momentos aquél tablero político apunta hacia una rotonda donde la dirección de salida es confusa..."

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  • Ilustración de Jorkareli. -

Dicen que los intermitentes sirven para marcar dirección. Así, hay dos manos a las que dirigirse. Como si del cuerpo humano se tratara, indicamos habitualmente qué quiebro vamos a realizar o, con tiempo anticipado, en qué dirección y de forma suave y decidida giraremos: Izquierda o Derecha.
Si bien suele identificarse el intermitente con la práctica de conducción, el término puede alcanzar variables más sutiles y que suelen producirse en muchas ocasiones de forma inconsciente o engañosa, ya sea para uno mismo o para los demás.
Nos ocurre que, al volante y en una indecisa maniobra, señalamos direcciones que no vienen a cuento, bien por nuestra falta de ubicación o por desorientación natural, de tal manera que en el último instante dudamos, marcando la dirección incorrecta y generando con ello la confusión y el atasco correspondiente.
Aunque el elemento automotriz, a modo de metáfora, podría enriquecerse hasta el infinito, no resulta hábil construir paralelismos cuando la palabra por sí sola adquiere significados de mucho más calado que una señal luminosa.
La intermitencia suele darse, en la mayoría de los casos y de manera desafortunada, en sociedades que han perdido la orientación y no son capaces de admitir más sentidos en su proyección evolutiva que las dos manos citadas. Manos que históricamente - izquierda y derecha - arrastran por sí, más significante y significado de lo que pudiera aparentar.
No sería extraño que, hoy día, tal y como van las cosas en el tablero político, hiciéramos como el protagonista del Expreso de Media Noche cuando, en su estadio de desesperación, se viera obligado a dar vueltas, sin necesidad de intermitencia, a una rueda que le abocaba a su auto destrucción.
Aquella rueda giratoria en un solo sentido era el símbolo de la alienación total, dejarse ir por la vaciante de la inconsciencia y doblegar la voluntad individual a la sinrazón patológica y generalizada que le rodeaba y en la que querían insertarle como medida de disuasión definitiva.
Dirigida por Alan Parker y protagonizada por Brad Davis aquél metraje de proyección internacional nos hablaba, entre otras cosas, de las consecuencias que tienen los errores en una sociedad jenofontianay sobre todo cómo el individuo es capaz de resistir los embates de las imposiciones ´viales´, sobre todo cuando  su orientación señalaba la línea recta de liberación.
La aglomeración política que nos envuelve, puede asemejarse a aquella  rueda circular, en torno a la cual los desheredados, con los hombros caídos y la vista en la nada, mimetizaban el gesto en el que no cabía cambio ni otro sentido direccional.
Tal es la confusión a la que avocan afirmaciones y desmentidos de nuestros presuntos representantes, que bien podría tentar la idea a los más y a los menos, de desentenderse de todo análisis, poner cara de loco y ´liarse´ a dar vueltas en el sin fin de la inconsciencia premeditada.
Prescindir del hábito de la conducción para tratar asuntos de tan vital importancia como lo es nuestro futuro inmediato, protagonizado por las políticas que se deriven de la formación y signo del posible gobierno o coalición, no es un asunto de intermitencias.
Da la casualidad que en estos momentos aquél tablero político apunta hacia una rotonda donde la dirección de salida es confusa, cuando lo correcto sería que estuviera libre de atascos circulatorios. Pero para ello necesitamos, o nuevas vías o nuevo código de circulación.
Mientas en el País Vasco queda resuelto de un plumazo quien tiene derecho a formar gobierno en una segunda vuelta si llegara, aquí en el resto de la geografía y en ámbitos nacionales seguimos sin poner el intermitente. Nadie dice a dónde va. Nadie se aclara, o lo que es peor, parece que pretenden confundirnos en una suerte de ingeniería política en la que la física, la química y la matemática ´parten el pastel´.
La física nos habla del espacio vectorial de los acontecimientos. La química de la atracción o antipatía interesada de los componentes y la matemática, como centro neurálgico, vela por los cálculos exponenciales de las diferentes posibilidades.
Todo un master en ciencia política que va más allá del común denominador, elemento simplificador de la ecuación y que pareciera que todos poseen: el bienestar de los ciudadanos.
Pues para eso, no hace falta intermitente.

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