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Un consejo

"No podemos salir de nuestras casas, pero si abrimos ‘El Quijote’ viajaremos con él por la rubia y cereal llanura manchega"

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  • Lean 'El Quijote'. -

Pedro Sevilla

“Consejo está al lado allá del puente”, decían nuestros abuelos haciendo un juego de palabras genial con el nombre de la finca Concejo y con la dificultad y peligro que tiene decirle a los demás lo que deben o pueden hacer, aunque se haga con educación y respeto.

Cuento esto porque la periodista de Arcotel ha mandado un whatsapp pidiendo que entre todos demos ideas para estos días de confinamiento por culpa del coronavirus. Aconsejar es difícil, arriesgado a veces, porque te pueden decir que tururú, que leas tú si quieres y que dejes el mundo correr. Pero aun así ahí va mi consejo. Sí. Lean. Y afino más. Lean ‘El Quijote’, que además de ser la obra más grande de nuestra literatura, es todo un compendio, una botica, un remedio, de todos nuestros males, y una risueña manera de asomarse al mundo con ilusión y esperanza cuando las cosas se tuercen, que es exactamente lo que nos ha pasado ahora a los españoles.

No podemos salir de nuestras casas, pero si abrimos ‘El Quijote’ viajaremos con él por la rubia y cereal  llanura manchega. No podemos hablar en persona con los amigos, pero con sólo abrir el libro asistiremos al coloquio sabroso y nutritivo de Don Alonso y Sancho Panza, que eran, además de amo y criado, amigos entrañables. No podemos ir a bares ni ventas, pero con sólo abrir el libro entraremos en un ventorrillo manchego que la bondad y la imaginación de Don Quijote convierte en castillo ducal, con princesas de trenzas de oro y dueñas inquisidoras, cargadas de años y de tocas. Allí podremos departir con viajeros que se disponen a pasar a las Indias, o con arrieros sabios, y podremos beber con ellos un vino tinto, color sangre, que alegra el corazón.

Concejo está al lado allá del puente, pero El Quijote está en nuestra estantería, o en el libro electrónico, o en Internet. Con sólo un click podemos abandonar este encierro impuesto por el virus y volar en el caballo Clavileño, asomarnos a la cueva de Montesinos y llegar, incluso, a Barcelona, donde según cuenta el mismo Quijote, toda cortesía tiene su asiento.

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