El tiempo en: Sanlúcar

El jardín de Bomarzo

El vuelo de la perdiz

El término ghetto identifica al barrio de una ciudad habitado por colectivos estigmatizados o, por motivos étnicos, sociales o religiosos, discriminados

Publicado: 25/09/2020 ·
13:26
· Actualizado: 22/01/2021 · 18:53
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
  • El jardín de Bomarzo.
Autor

Bomarzo

Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza

El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

VISITAR BLOG

"Se colocaron carteles a la entrada de las calles que más tarde señalarían el límite del ghetto judío, en los que se informaba a los viandantes de que esas calles estaban infectadas de tifus y era mejor evitarlas". El pianista del ghetto de Varsovia, Wladyslaw Szpilman.  

El término ghetto identifica al barrio de una ciudad habitado por colectivos estigmatizados o, por motivos étnicos, sociales o religiosos, discriminados; fueron comunes en la segunda guerra mundial por los nazis para concentrar a judíos antes de sacrificarles en campos de concentración y su origen data del 1516 en Venecia después de la llegada de refugiados expulsados de la península ibérica. En EEUU hasta avanzado el siglo XX han existido para aislar a poblaciones de origen latino y afro americanas, es la discriminación racista en estado puro. La decisión de la comunidad de Madrid de confinar a ciertos barrios nos acerca a esa idea de ghetto, en este caso social-sanitario, porque se tratan de los barrios más humildes de la capital. Una medida que muchos expertos sanitarios critican porque en ningún caso parece solucionar nada y existe la posibilidad de que el virus se extienda aún más dentro de esos límites. Lo que sí es claro es que produce una estigmatización a quienes están dentro de las llamadas zonas rojas.

Ese Madrid dividido entre los barrios ricos y los distritos pobres -y Madrid, como el resto de España, somos todos-, con su mapa en dos colores. Algo que quedará para el futuro en la mente de los madrileños y en sus relaciones porque las estigmatizaciones quedan grabadas a fuego. Lo malo es que como los partidos y sus dirigentes, elegidos a dedo, son proclives a copiar el modelo de sus compañeros de filas -y no aquello que hace el de enfrente aunque sea mejor-, la tendencia puede ser elevar muros simbólicos en zonas de masiva expansión del contagio y éstas, por nivel educativo de los diferentes segmentos sociales y por condiciones generales, siempre van a ser las más desprotegidas, las más humildes porque son las más hacinadas: es lo que tiene ser pobre, se vive en menos metros cuadrados. Si los gobiernos en lugar de proteger a la población más desfavorecida, la aísla, no habrá servido de nada tantos años y esfuerzos de cambio cultural y social que se consiguió con la democracia. ¿Se hubiese cerrado igual el barrio de Salamanca ante un contagio masivo?; no lo sabemos, pero igual no cuando la Moraleja, urbanización de chalets de lujo dentro de Alcobendas, ha sido excluida del confinamiento pese a pertenecer a ese mismo municipio -¿?-. Lo cierto es que los cerrados son los más pobres, mientras que los barrios de clase alta ven muy acertada la decisión porque es la política que gusta a sus habitantes. Es indudable que confinar al barrio de Salamanca o a la Moraleja sería una sangría de votos para el PP. En Vallecas no hay pérdida de votos, quizás a quien puede restar es a PSOE y Unidas P. La ayuda que astutamente ha pedido Díaz Ayuso a Sánchez es sólo la de llenar esos barrios de militares, policías nacionales y guardias civiles, fuerzas represivas sobre una población confinada votante de partidos de izquierda y que sí dependen del gobierno de la nación. Desde el punto de vista sanitario no sabemos si esos ghettos son imprescindibles o la mejor medida posible a tomar, pero desde el punto de vista político-electoral la estrategia parece clara. 

La politización del virus se ha dado desde el primer momento y cualquier análisis retrospectivo concluye que el PSOE ha sido, entre otras cosas, torpe y su oposición avispada. Torpe al redactar el decreto de estado de alarma dando a entender que se asignaba un mando único cuando las competencias autonómicas en la gestión sanitaria no se las podían hurtar a las comunidades autónomas, muy listos PP y Vox al poner el foco en el gobierno de la nación cuando la gestión de hospitales, centros de mayores, compras de mascarillas EPIS, test y PCR sólo competía a las autonomías. Torpe Pedro Sánchez y su, muchas veces, des-gobierno en la forma de comunicar la situación actual -con un comité de expertos que ahora se ha visto inexistente-, en la que han dado la sensación de que dejan a las comunidades autónomas a su suerte cuando la Constitución dicta que en el reparto competencial entre estado y autonomías en materia sanitaria el gobierno central sólo puede emitir recomendaciones, mandar dinero y poner a las fuerzas de seguridad a su servicio. Más avispados PP, Cs y Vox en aprovecharse del desconocimiento popular y salir pidiendo la vuelta al mando único, volviendo a poner el foco de las responsabilidades en Sánchez. Los partidos de izquierdas a veces se mueven en un mundo ideal -irreal- de ideas políticamente correctas, pero alejadas del pensamiento de la sociedad y reniegan de la tozuda realidad del ser humano. Los partidos de derecha, por el contrario, conocen mejor la psicología individual y colectiva y cuentan con ello hasta el punto de haber logrado dominar la comunicación en la gestión política de la pandemia. 

Las diversas sentencias que ya han salido de demandas contra  miembros del gobierno se basan justamente en el reparto competencial constitucional, según el cual no es exigible al ministro de Sanidad responsabilidades sobre la dotación de EPIS para el personal sanitario porque su gestión es autonómica. Tampoco es exigible responsabilizar únicamente al gobierno central de no haber tomado medidas hasta mediados de marzo porque siempre pudieron tomarlas las comunidades autónomas en sus territorios y ninguna las tomó hasta muy pocos días antes del confinamiento. Esto es lo que dicen los jueces y esto es lo que tenemos: un sistema autonómico que ni los mismos españoles conocemos -ni entendemos-. Y carísimo.

 ITALIA aprobó de manera abrumadora esta semana el recorte del 36,5 por ciento de parlamentarios tras un referéndum en el que el Sí alcanzó el 70 por ciento del respaldo, con lo que la cámara de diputados pasará de 630 a 400 escaños y el senado de 315 a 200 en Ley que entrará en vigor en 2023, lo que representará un ahorro de cien millones de euros anuales más el valor simbólico añadido -quinientos millones en cinco años de legislatura-. La idea actual ahora es reducir el salario de los que quedan y, sobre esto, apunta el constitucionalista Michele Ainis"Existe un consenso transversal sobre la mala calidad de los parlamentarios y esto se debe a la listas cerradas. Es el fruto envenenado de un proceso que quita a los votantes la elección de los parlamentarios para ponerlas en manos de los dirigentes de los partidos". Solo por esta razón se hace imprescindible la reforma de la Ley electoral actual, tanto allí como, sobre todo, aquí. Y todo esto teniendo en cuenta que Italia no tiene el sistema autonómico español, que en nuestro caso eleva el gasto a dimensiones siderales al duplicar, triplicar y hasta cuadruplicar administraciones y que ahora, con la gestión de la crisis sanitaria y las competencias en diecisiete comunidades cada una de su padre y de su madre, se antoja inútil, lento, caótico y fuera de sentido. Pese a esto, parece inviable que los políticos se auto destruyan en tantos niveles de administraciones; muchos sillones que cubrir para políticos, afiliados y simpatizantes, muchos nichos de poder que, además, representan una buena excusa para, ante problemas como el actual, poder echar la culpa a la gestión de otros de distinto color y marear a la perdiz antes de que arranque a vuelo para darle caza. Solo que la perdiz mareada somos la gente.

O. Frente al discurso fóbico y radical del catalán Torra aconsejando no viajar a Madrid, que es otra manera de acordonar un ghetto pero con fondo independentista y anti español, se sitúa el de la presidente Ayuso, con frases del tipo: "Madrid es una España dentro de España”. Mujer de frases: "Ifema ha demostrado que en los hospitales que tienen techos altos los enfermos sanan muy bien..." o "El concebido no nacido sea considerado un miembro más de la unidad familiar de manera en que se le tenga en cuenta a la hora de solicitar plaza o tramitar un título de familia numerosa" o "Me hace sentirme muy orgullosa de mi ciudad; no defiendo los atascos pero que un atasco a las tres de la mañana un sábado en Madrid me parece una enseña de Madrid" o "A mí, cuando empiezan a hablar de empleo basura me parece que es ofensivo para el que está deseando tener ese empleo basura que está dando oportunidades para corregir problemas que tenía" o "A lo largo del tiempo mucha de la corrupción resulta que no es tanta o tiene explicación, Vox no propone nada que yo no haya visto antes dentro del PP". No sabemos si esta política pasará a la historia por sus frases, por solucionar los contagios en Madrid, por fracturar la sociedad madrileña o por implantar ghettos en la ciudad, pero lo que sí es un hecho es que el modelo de gestión política que propone no pasaría el más básico control de calidad. Por mucho que maree a la perdiz. 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN