La zona de pinares aledaña al Polideportivo Municipal de Barbate y a las casetas del río se ha convertido en un vertedero de basura. Es una pena observar la cantidad de residuos que van desde botellas, pañales, latas, cartones, neumáticos, hasta restos de escombros, que se acumula a un lado y al otro de los senderos que van hacia las marismas de la desembocadura del río Barbate. Lo fácil y sencillo es culpar al Ayuntamiento, que evidentemente debería actuar para evitar ese destrozo de un paisaje natural extraordinario. Pero también hay que apuntar hacia el propio ciudadano, hacia aquellas personas cuyo comportamiento incívico daña no solo el medioambiente, sino también a su propio entorno urbano. Allí viven cientos de personas.
El Ayuntamiento debería actuar, claro está. Y debería hacerlo a través de dos vertientes. Por un lado, reforzar la limpieza de esa zona en la que hay restos de basura de tiempos de la Mirinda. Y por otro, debería reforzar tanto la vigilancia como la imposición de multas para aquellas personas que no respetan los carteles de prohibido tirar basura y escombros. Y es que lamentablemente, a veces hay que tocar el bolsillo para concienciar algunas mentes incapaces de comprender que en realidad escupen al cielo, es decir, en sus propias caras. Tampoco estaría de más la puesta en marcha de campañas también de concienciación sobre la importancia de mantener limpio nuestro entorno urbano y natural. La imagen que se da de cara al turista que acabe o inicie sus rutas senderistas por la zona es degradante para todo el pueblo.
Y en cuanto a aquellas personas que la usan como vertedero, primero deberían caérseles las caras de vergüenza. Porque por allí pasean niños, niñas, padres, madres, abuelos y abuelas que seguramente incluso serán familiares. Nos cuesta entender, nos cuesta mucho entender que aún seamos capaces de dispararnos en el pie, en nuestros propios pies.
Hay miles de pueblos en España a los que les encantaría contar con un entorno, con una zona tan bella como es la que rodea la desembocadura del río y la entrada a nuestro parque natural. No solo por sus beneficios medioambientales, sino también por su potencial turístico. Y aquí, alguno de nosotros, en lugar de cuidarla y potenciarla, la destrozamos, la llenamos de residuos. Evidentemente la mayoría de los vecinos están libres de culpa. No se trata de que paguen justos por pecadores, pero tampoco podemos obviarlo, mirar hacia otro lado y esconderlo bajo la alfombra. Hay que actuar y hay que actuar ya...