Ruina, incertidumbre e impotencia. Sensaciones con las que el comercio local acoge el nuevo panorama que se cierne sobre éste ante las nuevas medidas implantadas por las autoridades para frenar la propagación de la pandemia. Ocho meses de pesadilla que dilapidan cualquier respiro a corto y medio plazo y ante un porvenir muy negro sanitario, social y económico.
Antes nos quejábamos de los horarios insufribles que siempre ha tenido la hostelería, ahora temblamos cada vez que nos hablan de cierre o de menos horasLa situación es tan cruda que algunos de los comercios barajan el cierre definitivo ante la imposibilidad de sobrevivir por tantas limitaciones y tanto infortunio continuado. “Si difícil es el día a día para cualquier persona ante el temor de lo que vendrá, el comerciante, además, tenemos que seguir pagando con menos ingresos y con un horario que ni se entiende ni sirve para cubrir los gastos mínimos”. Se lamentan y lo expresan cada vez que pueden.
Ése es el sentir generalizado del comercio medio. Asfixiado y encorsetado por una pandemia que está aniquilando sin piedad comercios asentados y que machaca sin miramientos a los que ya iban con limitaciones y problemas añadidos. Verbalizar lo que sienten es tarea casi imposible. Más que las palabras con las que intentan desahogarse, la mirada tras la mascarilla valen, para sin lenguaje, mostrar toda su patética realidad.
La crisis añade la obligación de adaptarse y el temor a no sobrevivir a ella. Sin respiro, el toque de queda y con un horario más limitado, “nos está ahogando”. Hablar con cualquiera de los responsables de los locales hoy en día es un ejercicio de empatía ante el sufrimiento y las consecuencias letales con las que lidian diariamente. Buscan respuestas y argumentos ante la impotencia e incomprensión del momento que padecen.
La adaptación y subsistir parecen hoy las únicas salidas de un drama que complica y que no tiene una mejor salida válida. Los comercios de barrio tienen a una clientela más fija y rutinaria “que tampoco nos vale para mucho más, pero menos es nada”, nos dicen en una tienda de comestibles. Peor escenario es el céntrico. El panorama es “aterrador”.
“Antes nos quejábamos de los horarios insufribles que siempre ha tenido la hostelería, ahora temblamos cada vez que nos hablan de cierre o de menos horas”. Calles vacías y locales cerrados es la nueva normalidad, y aunque en el inconsciente y en el ideario todo esto valga para recuperar las navidades, de no valer el panorama siempre puede ir a peor.
Las ayudas en los ERTEs acaban en diciembre, una puntilla para un 2020 para olvidar. Verse señalados, las miradas están puestas en un sector que literalmente se hunde sin remisión. Aunque estas medidas pudieran ser la antesala a un nuevo confinamiento, en Andalucía el 80% de los contagios se producen en el ámbito familiar. Otro dato que suma el penar de un colectivo incomprendido y que vela por seguir siendo un servicio útil y necesario.
El Nivel 4 oprime aún más las medidas
Con el Nivel 4 de alerta el aforo en bares y restaurantes baja del 50% hasta el 30 en interiores y del 100 al 75% en terrazas. El consumo en barra sigue prohibido y la limitación de grupos sigue estando en seis personas. Aunque sin duda el golpe más duro ha sido establecer el cierre a las 18.00 horas provocando la pérdida del servicio de cenas.