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España

Barroso, todo un osado

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Desde el primer día de las declaraciones de Barroso –alcalde de Puerto Real– contra el Rey Juan Carlos me quedé prácticamente de piedra, no daba crédito a sus desvergonzadas acusaciones; las cuales –dicho sea de paso– me cuesta bastante creerlas. Tampoco entiendo como Felipe Alcaraz puede aseverar o dar crédito de veracidad, con su presencia en las puertas de la Audiencia Nacional, a todo cuanto ha pretendido hacer y decir el alcalde. Entiendo que hay otros sitios, mejor dicho el lugar donde se va a dirimir el caso es el preciso, lo que no ha sido correcto es el empleo de las formas. No es lo mismo obrar con el insulto provocando ser acusado de un delito de injurias graves contra la Corona al llamar al Rey “hijo de crápula” y corrupto, que denunciar un presunto delito del ciudadano Juan Carlos de Borbón, a la sazón Rey de España y Jefe del Estado Español. Presumo que algo debe de tener causa en este asunto un libro que le acompaña y que muestra por su portada. Sr. Barroso, los libros –dependiendo de sus autores– también mienten.

Barroso, como suele decirse por aquí, se ha pasado cinco o seis pueblos, o tal vez algunos más. Está claro que ha querido levantar una orquestación a favor de un debate republicano y no ha escogido otro momento, que éste próximo a cumplirse la cuarentena de años de nuestra democracia, periodo igual cuantitativamente a la etapa franquista; desde que Franco dejó de existir, desde que se instauró la Monarquía Parlamentaria, no ha habido tiempo, ni momento, de expresar un descontento con el Rey; por ende, uno de los personajes más querido del pueblo español. Ese debate republicano debe de verse, debe lidiarse en tribunas parlamentarias, no en la forma en que lo ha hecho, o lo ha querido hacer Barroso. Por supuesto sin insultos ni blasfemias, más con ánimos de autoinyectarse un poco de popularidad, un bien que actualmente le escasea.

Recuerdo en mi juventud que existía en nuestra ciudad un grupo de jóvenes que se hacían llamar Los Máscaras. Era una especie de peña o club cuya finalidad principal era, si mal no recuerdo, divertirse, explayarse y si me permiten parrandear un rato largo. Eran unos cachondos cojonudos, tal vez aún esté entre nosotros alguno de ellos. Ángel Revaliente, historiador de anécdotas y conocedor en profundidad de los entresijos del Jerez de un bien avanzado siglo XX, puede atestiguarlo. Pues bien, el alcalde portorrealeño, a la ocasión con más cara que un buey con paperas, bien que pudiera pertenecer de haber vivido aquella época a la peña de Los Más-Caras. Yo diría jeta o belfos por su desfachatez y osadía.

En una palabra, me da la impresión que José Antonio Barroso padece un declive en su popularidad política y no ha tenido otra ocurrencia más gloriosa que aquella de repescarla con el insulto a nuestro Rey. Ha conseguido una cosa, fácil por cierto, cual es ocupar por unos días las primeras páginas y ser protagonista principal en toda la prensa nacional. Creo que la III República, si es que llega, lo hará en base de mucho trabajo, divulgando en vez de insultos al Rey, conocimientos, educación, historia, sobre todo democracia, y derechos. Para terminar Sr. Barroso dos cosas: como alcalde al principio de serlo era usted ilusionante, como republicano créeme que deja bastante que desear, todo en usted, sobre todo sus declaraciones, son excesivamente forzadas, exageradas y salidas de tono, vergonzantes.

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