Con todo, y quizá porque muchas de esas dificultades están enquistadas, son viejas como el tiempo en el que el abandono de los ríos llegó a los márgenes y hasta a los cauces, Antonio Gallardo tiene bastante con encarar el trabajo que le queda por delante y que, lo sabe igualmente, en muchos casos le puede convertir en una especie de Robinson en los pequeños islotes descuidados que forma el Marbella. Por delante y tantas veces enfrente.
Escasas son las ocasiones en las que menciona la palabra Administración (siquiera para hablar de esos trámites lentos), como mucho la de Confederación. Y se le entiende todo bastante diáfano. Para empezar, potencialidades del sector hortícola, de los que se dedican a cultivar verdes y frutales a la vera del caudal irregular. “Tener en Baena 161 hectáreas de regadío sin producir es un lujo que no nos podemos permitir, ni en lo agrícola ni en lo medioambiental. En este sentido necesitamos también al río”, señala Gallardo Navea.
Seguridad
No solamente hay que fijarse en lo que se ha hecho, sino en lo que queda por hacer. El patrimonio es fruto del pasado como las ideas e iniciativas son la esperanza del futuro. Cuando le tiene que echar una mano o un capote a Confederación, no lo duda. Pero es mayor la exigencia, la reclamación. Como si se tratase de pisar casi todos los días entre el agua y los juncos para estar pendiente también de las decisiones de despacho. Acaso por eso es más contundente hablar de la realidad de unas aguas, de un cauce, de unas orillas, que de una normativa o unos procedimientos administrativos: “Hay que actuar seriamente en el río, tiene 30 kilómetros y sólo se ha actuado en 13 de ellos, aunque bien, pero ha sido en puntos concretos”.
A juicio del nuevo presidente de los comuneros, esa inactividad redunda tanto en los hortelanos y sus cosechas como en la modernización de infraestructuras fluviales y en la seguridad personal. “No se ha domesticado al león y es un río vivo. Si hay una avenida, el agua dará problemas serios porque se producirá un efecto lanzadera y los regantes estamos en la primera línea de batalla, incluso hay algunas viviendas. Se trata de un problema de seguridad general y no sólo de hortelanos”.
Modernidad
Gallardo denuncia que “hay algunos concejiles que están como los dejaron los árabes”, aunque por sus palabras parece que hay desaprensivos a los que no les importa el uso irregular del agua, con infraestructuras o sin ellas. “Nuestro objetivo es que quien tenga agua para regar siga teniéndola y el que no la tenga que pueda disponer de ella”. Aunque antes parece evidente corregir que “haya personas con concesión de riego que no tienen agua y quienes no la tienen, usen el agua”.
En la directiva de Gallardo Navea hay expertos en el río y gente joven, rara avis porque el propio presidente de los regantes es consciente de que determinados avances chocan con reticencias de quienes (la mayoría), tienen edades avanzadas: “es complicado ilusionar a quienes tienen una media de edad de setenta años porque no están para aventuras, y es razonable”.
La aventura, en este caso la de Antonio Gallardo, el hortelano y el frutero, el presidente recién elegido, está llena de ilusión y tiene años por delante. No tan apaciguados como si fueran setenta, seguro reivindicativos como si fueran veinte.