Ana (38), Carlos (40) y Luis (31) habían conseguido reinventarse tras perder su trabajo en la crisis de 2008 cuando el coronavirus ha vuelto a dejarles fuera de juego en lo profesional, con la consecuente interrupción que supone también para sus proyectos personales.
Aunque no se conocen, tienen en común pertenecer a una generación que salió al mercado laboral al mismo tiempo que explotaba la crisis financiera para, una década más tarde, cuando volvían a encarrilar su proyecto vital y laboral, sufrir de nuevo un parón involuntario por la crisis social y económica que acompaña la emergencia sanitaria por la COVID.
Ana, de 38 años, era secretaria en 2009 en Sabadell (Barcelona) cuando reestructuraron su empresa y le ofrecieron o un traslado a 200 kilómetros de su familia o la cola del paro.
"Estuve dando tumbos, muy desquiciada, y al final opté por perfeccionar idiomas y prepararme para ser auxiliar de vuelo", ha explicado.
Un objetivo cumplido años después que le llevó a trabajar para diversas aerolíneas con contratos temporales hasta conseguir por fin un empleo fijo en Ryanair a finales de 2019.
Ahora forma parte del ERTE de la compañía irlandesa de vuelos de bajo coste y dice temer que se produzcan despidos porque la actividad tarde más de lo previsto en retomar el ritmo.
El confinamiento le ha cogido en Málaga, donde ahora vive con su marido, con el que se casó apenas diez días antes del estado de alarma. "Teníamos un viaje de novios para finales de marzo que tendrá que esperar", ha explicado.
Una lista de espera en la que también se ha puesto el proyecto de ser padres. "Nuestra idea era ponernos a ello de cara al año que viene, pero ahora tengo las dudas añadidas de si seguiremos teniendo trabajo los dos", ha contado a Efe.
Esta segunda crisis ha cogido a Carlos, de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), en cambio, con los deberes de la paternidad hechos, aunque reconoce que tener descendencia en este caso hace aún más angustiosa la situación porque es consciente de la "responsabilidad de tener personas" a su cargo "que no tienen culpa de nada".
En 2010, este investigador privado trabajaba en una de las firmas más importantes de la capital catalana, pero la crisis le obligó a aceptar pasar de ser asalariado con perspectivas de medrar en su empresa a ser falso autónomo si quería evitar el despido.
"Yo me veía liderando en unos años ya la empresa pero, de repente, tenía que aceptar o cobrar menos pero seguir trabajando, o quedarme en el paro. Y empezar por tu cuenta sin cartera propia de clientes es muy complicado", ha explicado.
A día de hoy, diez años más tarde, casado y con dos hijos, había conseguido emanciparse y ser su propio jefe, pero la crisis del coronavirus le ha obligado a parar la actividad y reconoce tener "mucha preocupación y muchas dudas" sobre su futuro.
En una posición aún más vulnerable están todos los que en 2008 dejaron el colapsado sector de la construcción para trabajar en la hostelería, en muchas ocasiones en situación de precariedad, viviendo al día, y que ahora se han quedado sin nada de la noche a la mañana.
Es el caso de Luis, un argentino de 31 años que llegó hace 12 años a España para trabajar en una obra que nunca se terminó porque explotó la burbuja.
En los últimos años ha estado trabajando en varios restaurantes y bares de la ciudad condal, pero desde hace meses espera cobrar un ERTE que nunca llega.
"No sabemos nada, ni siquiera si volveré a trabajar o por las limitaciones del aforo del ERTE me iré a la calle", ha explicado a Efe este padre de una niña de 7 años.
"Con los ahorros, mi mujer y yo tenemos para ir tirando, pero tendremos que volver a pedir ayudas sociales, y eso hace tiempo que no lo hacíamos", ha añadido.
"No me planteo irme de España por mi hija, pero ahora lo veo otra vez muy difícil, como hace diez años. He hecho todo tipo de cursos y no he conseguido nunca un trabajo fijo. Ahora ya me doy cuenta de que eso ya si que no va a llegar nunca", ha afirmado.
Esther Gil, coordinadora de la comisión de Familias de Entidades Catalanas de Acción Social (ECAS), ha confirmado a Efe que en las últimas semanas han aumentado el número de demandas de personas que ya habían conseguido salir de su red de apoyo habitual hace años para solicitar nuevamente la cobertura de sus necesidades básicas, desde alimentación hasta recursos escolares.
"La situación ha llegado de forma especialmente descarnada a personas del sector de la hostelería y de baja capacitación", ha explicado Gil, quien ha pedido que las ayudas "lleguen con rapidez".