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La escritura perpetua

El 23-F

El 23-F de 1981, o sea, el ‘sesientencoño’, fue el primer reality que se emitió en directo por televisión. Sólo que con disparos de verdad, claro

Publicado: 24/02/2021 ·
21:40
· Actualizado: 24/02/2021 · 21:40
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  • 23-F -
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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El 23-F de 1981, o sea, el ‘sesientencoño’, fue el primer reality que se emitió en directo por televisión. Sólo que con disparos de verdad, claro. Era la tarde de un febrero violento, ventoso y memorable, con nubes desdibujadas en un cielo navegable y belicoso. España vivía entre la esperanza y el miedo, entre el terrorismo y el futuro, entre la sangre derramada y los muslos poderosísimos de Nadiuska. Entre el “puedo prometer y prometo” de un Adolfo Suárez políticamente destrozado por su propio partido, la UCD, y el eurocomunismo de Santiago Carrillo, más el rojerío auténtico, audaz, remoreno y extraparlamentario de Pina López Gay. ‘El País’ era el “periódico independiente de la mañana”; ‘Interviú’ “la revista política más fotogénica”, desde cuya portada Blanca Estrada nos guiñaba un ojo color océano con mirada de mujer fatal; y en ‘La Calle’, “la primera a la izquierda”, Ricardo Cid Cañaveral escribía artículos subversivos, literarios y de vanguardia antes de morir muy joven. Rafael Alberti estrenaba obra en el Centro Dramático Nacional, y Sylvia Kristel susurraba suavemente la música de Enmanuelle en uno de aquellos cines de barrio llenos de poesía, nostalgia y mugre, que tan maravillosamente rememora en sus artículos el escritor madrileño Juan Jiménez Mancha.  

Mataba ETA militar, mataba ETA político-militar (los sanguinarios ‘poli-milis’), mataba el GRAPO, provocaba explosiones el FRAP, apaleaban los Guerrilleros de Cristo Rey, asesinaron a los abogados laboralistas de Atocha, en la calle, sí, había miedo, pero se respiraba una atmósfera de ilusión en el porvenir y las noches sabían a cubata en el madrileño pub ‘El Avión’, al que desde la cercana Radiocadena Española acudía Boquerini con la revista ‘Tiempo’ doblada bajo el brazo con sus críticas de cine y acompañado por un joven cineasta al que no conocía nadie y que se llamaba Pedro Almodóvar. Se vivía deprisa/deprisa, como en la película, porque nadie sabía hasta cuándo podía durar la libertad que propiciaba que serios funcionarios por la mañana se convirtieran de madrugada en Lola Flores al compás de ‘Lola Lolita La Piconera’ en la sala ‘Los Centauros’. Se cumplen ahora 40 años del “sesientencoño”, Tejero disparando al techo de Las Cortes, con alguno de aquellos guardiaciviles emborrachándose en el bar del Congreso, mientras el grupo onubense Jarcha cantaba desde el transistor a la libertad sin ira. Las crónicas dijeron que Don Juan Carlos salvó la democracia. Francisco Umbral escribió poco después: “El Borbón borbonea”.

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