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Jueves 18/04/2024  

Jaén Personajes Jahencianos

Ibn Malik al-Yayyaní

Gramático universal, autor prolífico, reconocido y estudiado en todas las épocas y continentes

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  • Manuscrito iraquí de la Alfiyya de Ibn Malik al-Yayyaní, con uno de sus comentarios

Tombuctú, legendaria y mítica, con fama de ciudad inalcanzable y vedada a los occidentales, se ha convertido por derecho propio (situada en el corazón de África subsahariana y en los límites del desierto, con dificilísimas comunicaciones) en referencia del fin del mundo en el imaginario occidental. Por ello, resultó sorprendente encontrar en esa ciudad un manuscrito de un autor de Jaén. El asombro aumentó cuando empezamos a encontrar no un solo manuscrito, sino varios de la misma obra, y no solo en la gran Biblioteca pública Ahmad Baba (UNESCO) sino también en pequeñas bibliotecas privadas. Se trataba de la celebérrima Alfiyya de Ibn Malik al-Yayyaní.

Su nombre completo es Yamal al-Din (Belleza de la Religión) Abu Abd Allah Muhammad ibn Abd Allah b. Muhammad b. Abd Allah b. Malik al-Taí (de la noble tribu Tayyi) al-Yayyaní (el Jaenés) al-Andalusí al-Malikí (seguidor de la escuela malikí) al-Safií (seguidor de la escuela safií) al-Nahwí (el Gramático).

Los datos sobre su vida son muy escasos y no se ha conservado apenas información sobre su persona, al contrario que de su importante e inmensa producción. Sabemos que nació en Jaén entre 1201-1206 y que durante el primer tercio o casi la mitad de su vida permaneció en al-Andalus, donde anduvo por varias ciudades dedicado al estudio. Aprendió de diversos maestros que ejercían en lugares como Sevilla, Granada o el Algarbe portugués. Entre 1226-1235 se marchó de al-Andalus a Oriente, con 25 o 30 años. Aunque no sabemos los motivos, probablemente fueron los tres mismos que el resto de andalusíes de su época: perfeccionar y ampliar sus estudios en los grandes centros del conocimiento oriental (un “posdoctorado” en el extranjero), aprovechar para cumplir con la peregrinación a La Meca y emigrar por el desmoronamiento del imperio Almohade, que dejó desprotegido el territorio andalusí, con la puerta abierta al avance de los reinos cristianos.

Tras pasar por El Cairo, llegó a Siria. Amplió estudios en Damasco, Alepo y Hama y se estableció definitivamente en Damasco, donde fue maestro (también enseñó en Alepo, Homs y Hama) de lengua árabe y de la disciplina de lecturas coránicas hasta el final de su vida. Además de la cátedra de la Madrasa (escuela superior universitaria) al-Adiliyya, fue nombrado almocrí (recitador coránico profesional) por el gran sultán mameluco Baybars (r. 1260-1277) para dicha Madrasa. Tuvo numerosos y eminentes discípulos de varios países, incluyendo gramáticos, poetas, tradicionistas, secretarios, almocríes o imames.

Atesoró grandes conocimientos lingüísticos, especialmente de sintaxis, morfología y léxico, pero también de hadiz, por lo que era muy estimado en Damasco. Sus biógrafos orientales lo califican como “la autoridad en la lengua de los árabes” o “el líder de su tiempo en lengua árabe”. Dominó igualmente la poesía: conocía una enorme cantidad de versos y componía con mucha soltura, por lo que varios de sus manuales gramaticales los escribió en verso. A pesar de su gran saber e inteligencia, asombraba su humildad extrema.

Murió en Damasco en 1274 y dejó tres hijos al menos, también maestros y lingüistas; el más eminente, Badr al-Din, también fue gramático destacado y compuso muchos libros.

Su obra es muy cuantiosa y de gran repercusión. Se conocen “solo” los títulos de unas 97 de sus obras. Muchos de ellos no se han localizado aún y otros muchos no se han editado (permanecen todavía en manuscrito), pero también contamos con una buena cantidad publicada en ediciones críticas o comerciales, incluso con alguna de ellas traducida a idiomas occidentales. Versan sobre materias lingüísticas y están escritas tanto en prosa como en verso (en pareados, con fines didácticos, para facilitar el aprendizaje y memorización en el caso de manuales).

Solo mencionaré aquí su libro más famoso y de mayor impacto: la Alfiyya (“Milenaria”), llamada así por ser un poema de mil versos, también llamada Julasa (“Resumen”) por resumir otra obra gramatical más extensa del propio Ibn Malik. Sintetiza la quintaesencia de la gramática (sintaxis y morfología) de una forma genial y perfecta en su formulación (solo los elementos imprescindibles, combinados de la manera óptima para concentrar al máximo el contenido). Además, se basa en la exposición de un modelo formal y de la práctica de la lengua. Todo ello favorece la transmisión eficaz y muy didáctica del saber gramatical.

Esta capacidad de síntesis de lo realmente esencial y clarividencia expositiva solo está al alcance de los mayores sabios de una disciplina que además son grandes maestros en la enseñanza de la misma, como Ibn Malik.

Su éxito fue inmediato y se ha mantenido a lo largo del tiempo, durante ocho centurias, hasta la actualidad en pleno siglo XXI. Así lo muestra su uso y propagación en el marco de la enseñanza tradicional a lo largo y ancho del extenso mundo árabo-islámico, de extremo oriente a extremo occidente (desde Indonesia hasta el Magrib), de norte a sur (desde al-Andalus hasta Tombuctú y más allá del África subsahariana). Testimonio de ello son las extraordinarias cantidad y difusión de los manuscritos de esta obra en todo el mundo: Bagdad, Bahréin, Berlín, Calcuta, Cambridge, Copenhague, Córdoba, Damasco, El Cairo, El Escorial, Estambul, Florencia, Gante, Ghota, Hamburgo, Kabul, Karachi, Leiden, Londres, Madrid, Marrakech, Milán, Mosul, Nouakchott, Tremecén, París, Patna, Praga, Qatar, San Petersburgo, Sofía, Yakarta, Zahlé y muchas otras ciudades y bibliotecas públicas y privadas.

Igualmente revelador del impacto de la obra son las numerosas ediciones de la misma, que se han realizado incluso en Europa y en una fecha tan temprana como 1833 en París.

El hecho de que sea un resumen no debe inducir a pensar que es una obra simple: al contrario, su exigencia técnica requiere de un comentario explicativo. Por eso y por la calidad e importancia de la obra, se escribieron ya desde el primer momento numerosos comentarios, glosas, explicaciones y análisis de la obra, empezando por el de su propio hijo Badr al-Dīn (m. 1287) y terminando por investigaciones recientes (como una tesis doctoral de París, 2014).

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