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La vida siempre sigue igual

¿El que haya un gobierno en funciones te ha cambiado la vida para algo? ¿Echas acaso de menos que no haya un presidente efectivo?

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E  staba uno de cháchara con unos amigos y lancé el tema político de la semana, es decir, la investidura o la no investidura del nuevo presidente del Gobierno de este país que se sigue llamando España y uno de los colegas, de palabra fácil y gracia a flor de labios, me preguntaba “¿el que haya un gobierno en funciones te ha cambiado la vida para algo? ¿Has notado desde el 20 de diciembre, que es cuando fuimos a las urnas, alguna novedad en la rutina de tu día a día?¿Echas acaso de menos cuando llegas a tu casa y te enfrascas con los problemas domésticos que haya un presidente efectivo? Por mí como si todo sigue igual”. Y es que la vida, con o sin presidente, sigue igual. Tus problemas te acaparan y quizá los que nos dedicamos a esto de informar a diario nos creemos que todo el mundo está  al hilo de las cosas de las que nosotros estamos pendientes;  pensamos que todo el mundo llega al trabajo y mientras enciende el ordenador o coge la pala o se pone al volante o se ajusta la bata blanca o el mono azul habla con el compañero del acuerdo que, presuntamente,   no va a parte alguna entre Sánchez y Rivera, entre Pedro y Albert o se cuestiona  el posicionamiento de los peperos o los intereses de los hombres y mujeres que capitanea Iglesias, Pablo por más señas. A la gente de la calle esos temas les trae al pairo y les preocupa más si la nómina está en la cuenta corriente, si han llegado los atrasos, si hay mucho trabajo para el día, si la niña se ha quedado en paro o si el hijo se ha ido a Noruega ante la escasez de posibilidades laborales que hay por estas latitudes del sur del sur de Europa. La vida sigue tan igual que hoy en día la gente es capaz de  tomarse tranquilamente el café en la terraza de turno, mientras a medio metro hay una persona, tapada con una sábana, porque al salir de una iglesia, de escuchar misa, el reloj de su corazón se paró para siempre. El café y la tertulia, el preguntón de turno que llega y dice qué ha pasado y te dan explicaciones porque, a lo peor, tú lo conoces y mientras la familia llora en el interior del patio de la capilla y el cuerpo está inerte a la espera del forense, la vida sigue igual como si nada hubiese pasado.   

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