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"Me explotó el ojo. Logré salir sangrando como un animal"

Sobrecogedor relato de Juan Cadenas, el policía local víctima del asalto a la Jefatura de Puerto Serrano, en el primer día del juicio contra los tres hermanos

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  • Mucha seguridad ante la audiencia -

Los abucheos a la llegada de los tres hermanos acusados de los altercados ocurridos en Puerto Serrano en 2015, incluyendo un ataque a la Jefatura de Policía Local y el intento de homicidio de tres agentes, causando a uno de ellos, Juan Cadenas, la pérdida de un ojo, contrastaban ayer con los aplausos que recibió este último a su entrada a la Audiencia Provincial, acompañado por su esposa. El primer día del juicio arrancó además con un fuerte despliegue policial, destacando también la importante presencia de agentes de Policía y de la Guardia Civil llegados de distintos puntos de la provincia  y de la geografía española para mostrar su apoyo y solidaridad al agente.

En la primera sesión, los policías subrayaron la falta de medios y de seguridad de la Jefatura, que se puso de manifiesto cuando los procesados les atacaron “como animales”, con una “violencia desmesurada”. En primer lugar comparecieron los hermanos Venegas, conocidos como los Cachimba,  que sólo contestaron a las preguntas de sus abogados. Luego fue el turno de los tres policías locales que intervinieron el día de los hechos.

Pero sin lugar a dudas si hubo un testimonio escalofriante y duro -con la voz entrecortada en gran parte de su declaración, pero tajante y firme a la vez- ese llegó con Juan Cadenas, el agente que peor salió parado ese fatídico 17 de enero de 2015. Sufrió la pérdida de un ojo y padece numerosas secuelas por las que se le ha concedido una incapacidad permanente total para el ejercicio de su profesión.  Detrás de una mampara de seguridad, relató que pese a la violencia con la que se desarrollaron los hechos, en ese servicio tenía “los cinco sentidos puestos en ser profesional y actuar dentro de la legalidad”.


No obstante, en su declaración puso de manifiesto las carencias de las dependencias policiales, al ser una antigua estación de autobuses que “pintaron y a la que pusieron una placa”, contando con cámaras de seguridad “simuladas” y traídas “directamente de los chinos” y careciendo incluso de calabozos para los detenidos. Así, narró  que todo comenzó cuando patrullaba junto a su compañero y fue adelantado por un vehículo conducido por Jorge, uno de los acusados, acompañado de su sobrino menor de edad. Tal y como dijo al tribunal, circulaba  “como en un circuito cerrado” y “parecía darle igual pisar una bolsa de pipas que a una persona”.


Al hacer caso omiso de las señales de alto, se inició una persecución en la que “pedía a Dios que no se cruzara nadie”, pues iba a más de 80 kilómetros por hora en zonas limitadas a 20, algunos vehículos se vieron obligados a subirse a las aceras y había “gente corriendo despavorida”. Era sábado por la noche y había ambiente en las terrazas. Jorge, el conductor, pudo ser detenido cuando se paró a comprar tabaco en un bar, pudiendo él y su compañero ponerle los grilletes “a duras penas”, pues José, padre del menor y también acusado en este procedimiento, llegó al lugar y comenzó a agredir a su compañero para intentar evitar la detención de su hermano.

“Aquello era incontrolable. Hubiera llamado al Ejército de Tierra"
Aún faltaba lo peor. Llegaron a la Jefatura del 092 con el conductor detenido, y “al mismo tiempo” lo hizo José con su hijo, informándole en ese momento, cuando ya estaban todos dentro, de que también quedaba detenido por atentado a la autoridad.  A partir de ahí, se dirigieron a ellos “como animales”, recibiendo insultos, agresiones y amenazas. Viendo el cariz que estaban adquiriendo los acontecimientos, optaron por cerrar con pestillo desde dentro la puerta de la Jefatura para “intentar ganar en seguridad”, llamando también  a un tercer compañero para que acudiera como refuerzo. Cadenas llegó a confesar que si hubiera tenido más tiempo hubiera “llamado al Ejército de Tierra”, ya que “la violencia” de los procesados “era tan desmesurada que aquello era incontrolable”.
En ese momento llegó Pedro, el tercer procesado y hermano de los dos anteriores, quien rompió el cristal de la puerta, abrió el pestillo y entró armado con “un cristal enorme”, de “unos 20 centímetros o más, puntiagudo y afilado por los dos lados”. Después llegaron los forcejeos y varios ataques de Pedro con el cristal, a la par que se “autolesionaba”. 

“Los otros dos hermanos le animaban a rematarme”
Si bien el policía que perdió un ojo llegó a sacar el arma en un momento, finalmente explicó que optó por volver a enfundarla teniendo en cuenta que estaban en un recinto cerrado y el peligro de rebote. Luego vinieron más forcejeos hasta que lo acorralaron aprovechándose de un resbalón que en su caso resultó fatal, cuando en un momento dado hizo uso de un gel defensivo, resbaló y el líquido salpicó a su compañero. En un momento dado, José le agarró y Pedro le atacó en repetidas ocasiones con el cristal. “Lo único que recuerdo es que me explotó el ojo” y que los otros dos hermanos le animaban (a Pedro) a que me mataran y me remataran”. Cadenas narró su desesperación, ya que que las fuerzas le flaqueaban, pero logró salir de la Jefatura “sangrando como un animal” y refugiarse en el furgón que condujo acompañado por su compañero David siendo su único objetivo “salir con vida” para recibir asistencia médica y “reunirme con mi hijo”. Lo hizo “perseguido” por José y Pedro, pero su sangre fría, la que no había derramado a su salida de las dependencias, le hicieron echar el pestillo del coche y huir para poder contarlo.

Historial de adicciones

Una hora y media antes, en el banquillo, los tres acusados, a los que se les llamó la atención por hablar entre ellos, incluso con sorna, negaron la mayor, limitándose a relatar, más que los hechos, su historial  de adicciones y problemas psiquiátricos.

Los acusados respondieron únicamente a preguntas de sus abogados. Así, Jorge negó que condujera el vehículo de forma temeraria y tildó de exagerado el relato al respecto de los agentes, de los que dijo que se le "echaron encima" y que le llevaron "a guantazos" a la Jefatura de Policía Local.

Igualmente, puso de manifiesto que sufre "trastorno de personalidad" y otras patologías, que consume droga desde los 12 años y que días antes de los hechos habían intentado internarlo en un centro psiquiátrico.

Por su parte, José insistió en que él y su hijo no intervinieron "en nada". Según su versión, vio como arrestaban a su hermano y acudió a la Jefatura, donde le dijeron que él también estaba detenido. Luego, vio entrar "como un loco" a su hermano Pedro, de quien señaló que se autolesionó con el cristal, y también que empujó, agredió y forcejeó con los agentes.

Reiteró ni él ni su hijo menor de edad intervinieron en la pelea "en ningún momento" , que llevaba "todo el día bebiendo" y que unos días antes había estado ingresado en un centro por sus adicciones.

"Estoy arrepentido"

El tercer acusado, Pedro, aseguró ante el juez que ese día estaba "fatal" porque llevaba "todo el día fumando droga" en casa de su abuela, donde le avisaron de que habían detenido a sus hermanos. Por ello, acudió a la Jefatura y partió el cristal, aunque el "no quería".

Así, relató que en las dependencias policiales vio a su hermano Jorge "en el suelo chillando" y que a su otro hermano y a su sobrino ni los vio. También indicó que un agente le apuntó con una pistola, que hubo un forcejeo y que él se cortó a sí mismo con un cristal, pero que no hizo "daño a nadie".

El procesado también hizo referencia a su historial psiquiátrico, y llegó a asegurar que "en la vida ha querido agredir" al agente, al que ha dijo conocer desde pequeño. Acto seguido, aseguró que "arrepentido" de lo ocurrido y le pidió "perdón" a él y a su mujer.

El juicio continuará este martes con la declaración de agentes de la Guardia Civil que intervinieron en la detención de los encausados, estando previsto que el jueves quede visto para sentencia.

Cabe señalar que están acusados de delitos de conducción temeraria, contra la seguridad del tráfico, resistencia, atentado con instrumento peligroso, tentativa de homicidio, daños y quebrantamiento de detención, así como de faltas de lesiones y de daños. El fiscal solicita para ellos penas que oscilan entre los 14 años y siete meses y los 32 años y medio de cárcel.

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