En Jerez hay cincuenta y siete personas que duermen en la calle y que por razones personales no buscan cobijo donde se los pueden dar
Lo dijo el sacerdote salesiano Marco Antonio Martínez en la homilía de la misa de primera hora de la mañana del pasado domingo en el Santuario de María Auxiliadora. En Jerez hay cincuenta y siete personas que duermen en la calle, cincuenta y siete personas a las que se ayuda desde Cruz Roja o los jueves desde el Proyecto Avanti de la Obra Salesiana, con el apoyo de jóvenes del Centro Juvenil Futuro Abierto, de la Hermandad de La Redención o del propio alumnado del Colegio. Todos los jueves del año sale una furgoneta no solo a darles ropa, cuando la necesitan, no solo a ofrecerles comida sino sobre todo para escucharles, para saber por qué razones escondidas han llegado a la situación en la que se encuentran, por qué siguen viviendo teniendo las estrellas y el cielo por techo cuando podrían encontrar acomodo en lugares como el Hogar San Juan o en el Centro de Acogida. Qué lleva a una persona a quererse quedar en la calle y no estar en una cama. Son cincuenta y siete personas. Están censadas. Están controladas. Saben los miembros de Cruz Roja y los jóvenes salesianos que ayudan dónde se encuentran y dónde necesitan apoyo. Cincuenta y siete seres humanos que vagan de sol a sol sin tener donde cobijarse. Veo escenas de especial patetismo. Un joven que ha hecho “su casa” en una de las puertas del Polideportivo Ruiz-Mateos. Otro que duerme allá en uno de los bancos de Madre de Dios y que luego descansa en uno de los bares esperando ese euro que le permita tomar un café o ese otro euro que, a lo mejor, le dé para comprarse un pan. Dónde comen. Algunos irán a los comedores sociales, como el del Salvador, y otros igual ni comen un día entero. Así es esa otra vida de esas cincuenta y siete personas que en Jerez permanecen como indigentes, buscando un lugar donde echarse un poco de agua a la cara, intentando que le permitan entrar en el servicio de un bar a cambiarse algo de ropa o para hacer sus necesidades. Existen los sin techo. Por voluntad propia, quizá, porque hay mecanismos para que que tengan cobijo, pero también por situaciones personales que nosotros, desde la comodidad de nuestras casas, no comprendemos.