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Lo que queda del día

Mirando al techo

Los primeros mensajes de cara al verano son más optimistas que triunfalistas, pero ha sido como si corriera el crédito a fondo perdido

Publicado: 01/05/2021 ·
21:34
· Actualizado: 01/05/2021 · 21:34
  • Una de las emblemáticas playas de Cädiz, este 1 de mayo -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Por circunstancias que no tienen trascendencia, este viernes me pasé tumbado en el sillón de una consulta unas cuatro horas, con anestesia local y mirando al techo. Cuatro horas mirando a un techo dan para mucha comedura de tarro si no tienes otra cosa mejor que hacer. Hasta Serrat recurrió a uno en una de sus canciones para concluir que “no le iría nada mal una mano de pintura”.

Lo primero en lo que reparé fue en el hilo musical. Por alguna inoportuna coincidencia todas las canciones que se iban sucediendo, una tras otra, pertenecían a artistas fallecidos a cierta edad temprana: Jarabe de Palo, Whitney Houston, Michael Jackson... Un maldito algoritmo había decidido que aquella era una idea genial para configurar una lista de grandes éxitos. Tal vez para nostálgicos, pero no para un quirófano. Al rato sonó The Police, el doctor pidió motivado que subieran el volumen, mejoró mi respiración y por fin desvié mi atención hacia otros asuntos.    

La cuestión es que tras cuatro horas mirando al techo, apenas interpelado en alguna ocasión para saber cómo me encontraba o distraído con las consideraciones médicas a medida que avanzaba la intervención, no recuerdo un solo momento en que dedicara siquiera cinco segundos a pensar en lo que puede suceder en las votaciones de Madrid de este martes, en las cartas de amenazas a políticos, en las promesas de bajada de impuestos, en las advertencias de subidas de impuestos, en el deteriorado énfasis con que se pronuncian hoy en día palabras tan contundentes como fascismo o libertad, en si habrá adelanto electoral en Andalucía, en si Susana Díaz se impondrá a Juan Espadas, o en cuántas vacunas serán capaces de administrar realmente de aquí al mes de julio.

Cuestiones todas en las que predomina el quién en detrimento del por qué, como si la actualidad fuese una prolongación de los particulares perfiles de facebook, twitter o instagram de tantos “quiénes”, y en ellos se encontrasen las grandes respuestas a nuestros pequeños dilemas del día a día. Yo tampoco las iba buscando sobre el techo de la consulta, lo cual terminó resultando todo un alivio: se habrían ido con la última mano de pintura. Y, en todo caso, fueron mis dilemas los que se quedaron por allí pululando y languideciendo al ritmo de alguna canción huérfana.

Mientras me llevaban de vuelta a casa, por la autovía, pasé de la contemplación de las nubes que divisaba desde la ventanilla, como de algodón cincelado -¿o eran aún los efectos de la anestesia y analgésicos?-, a la del tráfico, cada vez más denso y acelerado. Y recordé que acabábamos de recuperar la movilidad entre provincias. Como la mayoría de ustedes, también tengo muchos abrazos aplazados, muchas risas, muchos reencuentros, muchos paseos y visitas pendientes, pero sobre todo celebro que esta medida ayude a retirar la respiración asistida a tantos trabajadores y empresas que llevan un año envueltos en la pesadilla de una pandemia que no para de ponernos zancadillas, como si todos fuésemos los tristes protagonistas de un culebrón turco, pero sin música de fondo en esas pausas insoportables entre un “cómo te encuentras” y un “me alegro de verte”.

Los primeros mensajes son más optimistas que triunfalistas, pero ha sido como si corriera el crédito a fondo perdido: hoteles adelantando sus reaperturas, los moteros desplazándose a Jerez pese a no poder entrar en el Circuito, los bares engalanando sus terrazas como casetas de feria, las playas recuperando una alegría todavía oculta por las mascarillas, y hasta quienes renegaban de las vacunas sin dejar de llamar al SAS para interesarse por la fecha en la que les tocará a ellos la dosis, que ya han llamado a su vecino y es de la misma edad. No es cuestión de precipitarse y saltarse las normas a las que nos hemos adaptado de forma tan disciplinada, pero hay un ligero destello de esperanza en el ambiente que tiene que ver más con nosotros mismos que con los discursos y proclamas de un telediario. Con permiso de la variante india, ojalá así sea, y pronto. Antes de que se pase el efecto de la anestesia.

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