El Parque de Málaga nace de la obsesión de Cánovas del Castillo de que la ciudad no estuviera dividida
Hay lugares en las ciudades que son parte tan intrínseca de la rutina y costumbre que en ocasiones no se repara en ellos. El Parque de Málaga es paso natural y diario de innumerables criaturas pero ¿es sólo eso, un lugar de tránsito obligado? En primer lugar, es un sueño urbanístico nacido en la mente del que fuera el único malagueño presidente del gobierno: Antonio Cánovas del Castillo. Cánovas no soportaba la idea de una ciudad dividida de este a oeste por lo que siempre tuvo claro que había que ganarle terreno a un mar que llegaba a las faldas del Monte Gibralfaro. Y desde ahí nació todo lo que hoy conocemos.
Enrique Salvo Tierra es doctor en Botánica y sus estudios se centran sobre todo en la relación entre las especies y el entorno urbano, tal y como explica a Viva Málaga, fue el propio Cánovas quien le manifestó a la Reina Isabel II la necesidad de construir este paseo y la monarca accedió. La historia no permitió que el político llegara a conocer su gran ilusión urbanística ni que este proyecto arbóreo, como estaba previsto en un principio, llevara su nombre.
Antes de todo esto, la burguesía malagueña, en manos de familias como los Loring, los Heredia o los Larios tenían por costumbre construirse jardines privados como son La Concepción, La Cónsula, El Retiro o San José pero a finales del XIX estos nombres decaen y Málaga se encuentra sin impulso de zonas verdes, hasta que llegó la construcción del Parque. Esto trajo consigo un acuerdo con otro pulmón de la ciudad como era el Jardín de la Abadía, ya que de allí se importaron las primeras plantas para darle forma a la nueva construcción con especies como la pasa de Esmirna, determinadas chumberas o las palmeras. A partir de ahí, todas las familias malagueñas empiezan traer plantas de sus jardines por eso es fácil encontrar especies que son únicas en toda Europa. Si hacemos un repaso por algunos de estos tipos especiales merece mención especial la ceiba pubiflora, lo que comúnmente se conoce como ‘palo borracho’. Con su tronco espinoso y siendo emblema de numerosas culturas sudamericanas, sus llamativas flores rosas son un atractivo para el paseante y si además, puede contemplarla de cerca, observará elementos muy curiosos, como unas pequeñas motitas de color marrón que son “la pista de aterrizaje de muchos insectos”, como explica Salvo Tierra,
Dentro de esta barrera vegetal que su vez hace de pantalla contra el ruido, hay un capítulo aparte para el Ciprés de Cartagena. Esta conífera es muy habitual en la zona de Nador y eso da una pista de qué puede ocurrir si el cambio climático sigue avanzando a tanta velocidad: resultará que los bosques de pinsapos y alcornocales tan habituales en Málaga menguarán y probablemente los árboles que los sustituyan sean estos cipreses por su aguante ante las altas temperaturas.
Para los amantes de las estadísticas hay que destacar que el Parque tiene aproximadamente un kilómetro de largo en cuanto a la calzada que lo atraviesa; cuenta con tres hectáreas de extensión, lo que corresponde aproximadamente a tres campos de fútbol; además, acoge más de 200 especies distintas y alrededor de la decena son sólo de palmeras. Por lo demás, hablamos de un espacio que lleva 120 años brindando belleza, salud y bienestar a Málaga.